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Actualizado: 8 de junio de 2025


Allegan al lugar muy destrozados, Hambrientos, amarillos, sin sentido: Mas uno de otro fueron apartados, Que su vivir y trato fué sabido. Entrambos de fueron castigados, Que por suerte el oficio me ha cabido, Mas que castigo haber allí podia, Igual á aquel que ya se padecia.

Desgraciadamente, la débil salud del Rey y las enfermedades cerebrales que continuamente padecía, hacían temer por su vida y por su razón; dominábale una melancolía que no lograban disipar los cuidados y la ternura de su joven esposa la princesa María Teresa de Portugal, de quien era sinceramente amado.

Felipe IV se acordó entonces que era hijo de Felipe III i nieto de Felipe II, i así dejándose vencer de las razones del inquisidor, empeñó su palabra de ordenar al Conde-duque de Olivares la salida de aquellos judios, no solo de la corte sino tambien de todos sus reinos i señoríos: con que de esta suerte quedaron burlados los buenos deseos que tenia el valido de reparar los daños que España padecia, por la falta de poblacion, comercio i riqueza: los cuales iban tan en aumento que ya amenazaban la ruina de esta desventurada i siempre mal regida monarquía.

Hoy hablaré otra vez, y espero que cederá. Ten confianza.» Y en efecto, aquella misma mañana madre e hija volvían a tener habla en el cuarto de la última. Fué larga, y no sabemos lo que en ella pasó. Doña Paula salió al cabo de una hora con los ojos enrojecidos de llorar, llevándose la mano al corazón, del cual padecía a menudo, en dirección a su cuarto, y se acostó.

Andaba lentamente, tambaleándose, con las manos extendidas como si temiese tropezar, porque estaba medio ciego, y así llegó sin ver a la marquesa hasta el lecho de Diógenes, y allí comenzó a palpar hasta tropezar con una mano de este; entonces, con sonrisa de niño que contrastaba con sus cabellos blancos, con voz cascada pero dulce, que el asma atroz que padecía tornaba un poco premiosa, dijo muy bajo: ¡Perico..., Periquito..., hijo mío!

Las expediciones campestres de D. Joaquín a la chácara y las frecuentes jaquecas de que ella padecía, eran recursos de que no se había desprendido ni quería desprenderse. De estos recursos se valió entonces, no en pro del amor, sino en pro de una antigua y constante amistad, de la que esperaba consuelo y alivio en sus penas.

De todas suertes ella padecía mucho. Se le figuraba que toda la vida se le había subido a la cabeza; que el estómago era una máquina parada, y el cerebro un horno en que ardía todo lo que ella era por dentro. El pensar sin querer, contra su voluntad, algo complicado, original, delicado, exquisito, llegó a causarle náuseas, y se le antojó envidiar a los animales, a las plantas, a las piedras.

Era en tales momentos cuando la niña padecía los más crueles castigos, cuando su frágil existencia corría verdadero peligro. El miedo fue otro de los padecimientos que le infligía a menudo. En las altas horas de la noche hacíala levantarse y la enviaba a las habitaciones extremas de la casa en busca de cualquier objeto. La niña tornaba pálida, temblorosa, sudando de angustia.

El cabildo y ciudad le han recibido, Comienzan á llamarle Señoria; Es mozo que veinte años no ha cumplido Y en seso mayor falta padecia. Désque se en su trono ya subido A todos hace agravio y demasia: Al tio yo le pronosticarlo, Y harto duro estuvo de nombrarlo.

Si don Víctor hablaba a su lado, sin querer Ana seguía entonces el pensamiento de su esposo, y contra su deseo, la atención se fijaba en los juicios de Quintanar, y la inteligencia les aplicaba rigorosa crítica, un análisis sutil y doloroso para la enferma, que al pulverizar a pesar suyo las sinrazones del marido, padecía tormento indescriptible, en el cerebro según ella.

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