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Actualizado: 26 de julio de 2025


Y cuando la madre, afligida por las órdenes furiosas, quería unirse a Margalida para buscar el remedio, la reclamaba otra vez su marido junto al lecho. Debía sostener al señor: lo había puesto de lado para examinar y lavar al mismo tiempo el pecho y la espalda. El pacífico Pep había visto de mozo sucesos más estupendos que aquél, y entendía algo de heridas.

Todas las mujeres de la «casa alegre», así como los gauchos, habían visto perfectamente cómo daba Rosalindo la cuchillada al herido. Además, su arma había quedado abandonada en el lugar de la pelea. El camino para huir no era fácil. Tendría que atravesar la Quebrada del Diablo, siguiendo después un sendero abrupto á través de los Andes, hasta llegar al puerto del Pacífico llamado El Paposo.

Al Oeste, y a corta distancia del Pacífico, se extienden paralelos a la costa los Andes chilenos.

Se dirá ¿y en qué consiste lo expuesto? Pues es muy sencillo, con una buena carta á la vista del Océano Pacífico que comprenda desde las costas de China hasta el estrecho de Malaca, se deducen las consecuencias de aquella real al par que triste verdad.

Es que yo lo que es hambre dijo el marino con cierto orgullo . Yo he sufrido hambre de verdad, hambre de la que hace pensar en la carne de los compañeros. Y lanzado por este recuerdo en pleno relato de sus aventuras marítimas, hablaba de los tiempos juveniles, cuando había sido «agregado» a bordo de una fragata de las que iban a las costas del Pacífico.

Para los chilenos, y tal vez para los peruanos, sólo un camino luchará con ventaja contra la vía de Panamá; será el ferrocarril que una a Buenos Aires con Chile. Esa será la ruta obligada de la mayor parte de los americanos del Pacífico, en tránsito para Europa, porque será más corta, más rápida y más agradable.

El Virey de Nueva España D. Antonio de Mendoza, cumpliendo las órdenes de la Corte, dispuso una escuadrilla de tres buques al mando de Ruy López Villalobos, que salió del puerto de Juan Gallego, en las costas del Pacífico, el día 1.° de Noviembre de 1542, en dirección á las islas del poniente, con orden expresa de no tocar en las Molucas.

Manso, pacífico, benigno, Valentín hubiera apurado un cáliz de hiel y veneno al oir mi revelación; no hubiera sido mi juez inexorable, sino hubiera acabado de ser mi víctima, y yo, réproba, llena de satánica soberbia, hubiera ahogado el manantial de la compasión y de la ternura con desdén, hasta con asco, de una resignación santa, que el demonio mismo me hubiera pintado como enervada flaqueza.

Pero sus ojos, unos ojos de estudio, con la pupila mate, grandes, asombrados y miopes, se refugiaban detrás de unas gafas de gruesos cristales, dándole un aspecto de hombre pacífico.

¡Vehemente y apasionado como su padre! murmuró Quevedo. ¡Qué! ¿habéis conocido á mi padre, don Francisco? Cuando fuísteis á Navalcarnero ya había muerto. He oído hablar de él dijo Quevedo. Pues os han engañado. Bien puede ser. Mi padre era lo más pacífico del mundo. ¡Pobre amigo mío! dijo Quevedo. ¿Por quién habláis, por mi padre ó por ? Hablo por vos.

Palabra del Dia

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