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Actualizado: 26 de julio de 2025
Como parecía hombre pacífico y su edad era mayor de los cincuenta años, entraba y salía fácilmente en muchas casas, siendo no despreciable la cantidad de maravedises que diariamente reunía, de los cuales daba pruebas que los empleaba en santos fines su aspecto de pobreza y humildad de su pelaje.
Era un comenzar a vivir extraordinario. ¡Después de haber dado la vuelta al mundo y respirado el ambiente voluptuoso de las islas del Pacífico; después de haber luchado con los huracanes del Atlántico, con los tifones del mar de la China y los bancos de hielo del Cabo de Buena Esperanza, encontrarse con una mujer joven, bonita, marquesa, que le dice a uno que le quiere!
A pesar de lo dicho, que tal vez haga recelar que se reconcentre en Madrid lo más luminoso y activo de nuestra nación, es lo cierto que persisten aún grandes focos de luz y de actividad en nuestras provincias, y por ello no podemos menos de alegrarnos como partidarios que somos de este inocente y pacífico regionalismo.
Si eres tan animoso, ¿por qué no te vas a Cuba o a Filipinas a espantar y a vencer a los rebeldes en vez de espantar al pacífico vecindario que yo gobierno ahora? Yo, maestro, me hallo bien en este lugar, y maldita la gana que tengo de ir a Cuba o a Filipinas. Con que así no me amenace usted, que ya procuraré enmendarme.
Y asímismo se guarnecieron y abastecieron de muchas armas, lombardas, truenos, espingardas, culebrinas, serpentines y ballestas fuertes y comunes, así de palo como de acero, y otros muchos tiros de pólvora, con ánimo malévolo é intencion depravada, para desde allí tirar y ofender con sugestion diabólica á los alcázares del rey por tomarlos y ocuparlos, y por tirar contra los vecinos y moradores de Córdoba, turbándolos y damnificándolos y el pacífico sosiego en que estaban, levantándolos contra el D. Alfonso, para entregar la ciudad á sus adversarios.
Su hazaña de la taberna había modificado su carácter, antes pacífico y sufrido, despertando en su interior una brutalidad agresora. Quería demostrar á toda aquella gente que no la temía, y así como le había abierto la cabeza á Pimentó, era capaz de andar á tiros con toda la huerta.
El duque transigía, en cierto modo, con el espíritu moderno: había comprado bienes nacionales, lo cual le hacía relativamente liberal; era individuo de varios consejos de administración de sociedades de crédito; viajaba con billetes de libre circulación; defendía las instituciones; hablaba del turno pacífico, y se llamaba conservador.
D.ª Carolina decía a Romadonga mientras su marido se atusaba gravemente el triste y pacífico bigote: No necesito decirle, Sr. Romadonga, que entiendo perfectamente la intención con que su amiguito se ha hecho presentar por usted esta noche.
Mi hermana es buena y es honrada, a pesar de todo dijo mirando audazmente a don Pablo; mi padre es el trabajador más bondadoso y más pacífico del campo de Jerez: yo soy joven, pero no he hecho mal a nadie, y tengo la conciencia tranquila. Los Montenegros somos pobres: pero nadie tiene derecho a despreciarlos ni a deshonrarles por el egoísmo del placer.
Dos ó tres jornadas más allá empezaría su descenso hacia el Pacífico. «Debo estar cerca de la difunta Correa», pensó. Conocía de fama á la «difunta Correa», como todos los hijos de la tierra de Salta. Era una pobre mujer que se había lanzado á través del desierto á pie y con una criatura en los brazos.
Palabra del Dia
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