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Actualizado: 25 de julio de 2025


Los corsarios alemanes se aproximaban á sus presas ostentando banderas neutras para engañarlas y que no huyesen. Los submarinos permanecían ocultos detrás de pacíficos veleros, para surgir de pronto junto á los vapores sin defensa. Los procedimientos más felones de los antiguos piratas habían sido resucitados por la flota germánica. El no temía á los submarinos.

La hermosa cabeza inclinada a un lado, los ojos medio cerrados, la boca entreabierta, dilatada por una sonrisa feliz, donde todo su ser se anegaba, parecía la bayadera del Oriente ostentando con arrobo místico en la soledad y misterio del templo la suprema gracia de su carne dorada como las hojas del loto en el otoño, el brillo fascinador de sus ojos.

Veía de lejos una rompiente y alrededor remolinos, y mientras avanzaba, unas manchas blancas indicaban al parecer una roca. La roca sobrenadaba, venerable de antigüedad, ostentando una capa gris de corónulas, de conchas y madréporas. Pero la masa se mueve. Dos enormes chorros de agua, que parten de su frente, revelan á la ballena desperezada.

El viejo caserón de los Febrer, con sus hermosos ventanales faltos de vidrios, sus salones llenos de tapices y sin alfombras, sus muebles venerables confundidos con los más ruines enseres, le parecía igual a un príncipe arruinado ostentando aún manto brillante y corona gloriosa, pero descalzo y sin ropa blanca.

Sólo al llegar a un reducido volumen que, encuadernado en piel de zapa y ostentando sobre la tapa una cruz de plata, ofrecía más bien todo el aspecto de un devocionario que el de una obra científica, se detuvo en sus investigaciones y tomándolo fue a sentarse junto a la cabecera de Magdalena, que a la sazón dormía. Aquel libro era la Imitación de Cristo.

Regresaron del campo, y todo Madrid volvió a contemplar a Soledad en fiestas y diversiones, ostentando al parecer gozosa, la plenitud de su belleza. No había otra tan elegante, tan gentil y gallarda.

El extranjero quo ignora esto, se admira mucho, al recorrer á Southampton ú otra ciudad inglesa, de ver los cementerios al lado de las iglesias, separados de la calle solo por una verja con entradas libres, y ostentando sus sencillos y severos monumentos entre yedras y pequeños cipreses, sin que esto desagrade en manera alguna.

Y el viejo se indignaba de veras, como libertino rústico y ducho que adoptaba toda clase de precauciones para no comprometerse en sus debilidades con la chiquillería de los almacenes de naranja. Sentía furor y tal vez envidia al ver aquella pareja sin miedo a la murmuración, inconsciente ante el peligro, burlándose de toda prudencia, ostentando su pasión con la insolencia de la dicha.

Un grito de júbilo se escapó de todos los pechos al aproximarse el carruaje. Don Rosendo, conmovido, sacó la cabeza, por la ventanilla y se quitó el sombrero ostentando el pedazo de tafetán inglés. A su vista, el público lanzó un ¡hurra! formidable. El vehículo fué escoltado por la muchedumbre.

Un alto funcionario del Ministerio de Justicia, del cual dependían todos los notarios de la nación, avanzó con un portavoz en una mano y ostentando en la otra un papel que contenía las explicaciones facilitadas por el doctor Flimnap, después de haber traducido los rótulos de numerosos objetos pertenecientes al gigante.

Palabra del Dia

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