Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 27 de junio de 2025
Sobre la consola ardían dos quinqués con sendas pantallas, que no les permitían alumbrar más que el suelo, dejando envuelto en media luz y muy tenue el resto de la habitación. Al poco rato de estar allí sentí el taconeo de unos pasos, y doña Tula y don Oscar llegaron al mismo tiempo a la puerta.
Sí, señora, mucha... Pero aquello también es bonito. ¿Lo encuentra usted así? ¡Ay, pobrecito, cómo quiere a su patria! Y volvió los ojos hacia D. Oscar, para hacerle participe de la compasión que sentía, no sé si por mí o por Galicia, o por ambos a la vez. Doña Tula, en su acento, era una andaluza más cerrada, si cabe, que Gloria.
Mas al día siguiente tuve ocasión de ponerme serio, cuando, al presentarme a Don Oscar, éste me entregó un papel doblado, diciéndome: Ahí tiene usted la lista de sus obligaciones o de los trabajos que ha de desempeñar en esta casa.
Al punto de la entrevista, que era, sin duda, el más interesante, me respondía que estaba dispuesta a concedérmela, con tal que fuese solo. «A la hija ingrata y desobediente no quería verla más en casa.» Además, había de ser a presencia de don Oscar. No tuve inconveniente en suscribir estas condiciones, que ya de antemano presumía. Quedé citado para el día siguiente, a las ocho de la noche.
El primer día que la vi le pregunté a D. Oscar, que iba conmigo: ¿Quién es esta joven? Tardó en contestar, y dijo al cabo con acento donde se traslucía sorda hostilidad: La hija de doña Tula. ¿Tiene más que ésta? No... Y es bastante. Me abstuve de insistir, porque el tono del enano era concluyente y revelaba mal humor.
Don Oscar dijo con alguna vacilación es un señor que administra la hacienda de mamá... Es amigo antiguo de la familia... ¿Y vive con vosotras? Sí, desde hace tres o cuatro años... Como es un señor viudo sin hijos y a mamá le sobraba mucha casa... se vino a vivir aquí... Después me explicó que le era muy antipático, por el afán que tenía de meter la nariz en todo y dirigirlo y mangonearlo.
Aquel desagradable suceso tomaba aspecto tan propicio, que me sentí enternecido y con ganas de besar la orla del vestido de doña Tula, como don Oscar había previsto cuando me habló de ella. Sin embargo, noté que Gloria continuaba grave y sombría, como había quedado así que se le pasó el susto.
Aquella serie de rizos tan iguales, tan primorosos, pegados a la frente con esmero, no tenían más ojos que los viesen, salvo los de las cuatro viejas que se reunían a oír misa en San Alberto, que los de su hija, D. Oscar y las criadas. D.ª Tula conservaba vivo el sentimiento de la belleza, que reside sin excepción apenas en todas las andaluzas.
La pobrecita de mi hija se quedó huérfana a los siete años... Y con fastidiosa prolijidad para cualquiera, menos para mi a quien interesaba aquella historia, me la contó, perdiéndose en un mar de pormenores, mientras D. Oscar, impaciente y cejijunto, tocaba el tambor con los dos sobre el brazo del sofá.
Aquellas reticencias respecto a Gloria, con que no contaba, me molestaron más aún que el discurso de don Oscar, que se apresuró a tomar la palabra, diciendo: No estoy conforme con casi nada de lo que acaba de decirnos este caballerito. Ha hablado bastante, y a pesar de traerlo aprendido de memoria, he observado mucha confusión y mucho desorden en su perorata.
Palabra del Dia
Otros Mirando