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Actualizado: 3 de octubre de 2025
Llorad, llorad, poetas orientales, Al que cantó las penas del Esclavo, Al que en la Cruz, con versos celestiales Cantó, pendiente del sangriento clavo; Que como Job sobre la piedra dura Inflamado de espíritu inmortal, Brillaba su alma transparente y pura Tendido sobre inmundo lodazal.
¡No sé... no sé! murmuró Benina, dejando volar su mente vagarosa hacia los orientales conjuros propuestos por Almudena. Y si en las paredes no, debajo de los baldosines de la cocina o de la despensa puede estar lo que aquellos señores escondieron, creyendo que lo iban a disfrutar en el otro mundo.
Pues galgos no me habían de faltar, habiéndolos sobrados en mi pueblo; y más, que entonces es la caza más gustosa cuando se hace a costa ajena. -Real y verdaderamente -respondió el del Bosque-, señor escudero, que tengo propuesto y determinado de dejar estas borracherías destos caballeros, y retirarme a mi aldea, y criar mis hijitos, que tengo tres como tres orientales perlas.
No es blanca, es azul, de un suave azul: el color de la poesía y del ensueño. Centellea en el fondo negro de la inmensidad con el fulgor misterioso de los enormes diamantes azulados que colocan en sus tiaras los monarcas orientales. Los que la contemplan deben sentir en sus órganos visuales el roce aterciopelado del divino misterio.
Las colecciones de fósiles de toda clase, de restos de monumentos orientales, africanos, etc. Noble ciencia esa que se llama historia natural, que nos revela con la energía de los hechos, y no de las suposiciones metafísicas, la infinita prevision del mecánico invisible del universo en perpetua accion! El salon de los mamíferos anfibios es admirable.
El movimiento estenocista ha servido para destruir esta épica leyenda. Los negros orientales, los legendarios negros del indomable Oriente, no han dado muestras, en esta ocasión al menos, de su decantado valor.
Con los ojos sí se lo daba a entender, y hasta con ciertas parábolas y alegorías que tomaba de la Biblia y otros libros orientales; pero la señora de sus amores no hacía caso de los ojos de don Saturno ni entendía las alegorías ni las parábolas; no hacía más que decir a espaldas de Bermúdez: No sé cómo ese don Saturno puede saber tanto: parece un mentecato.
El judío y el moro, vagando silenciosos y como soñadores por las calles de Gibraltar, con sus vestidos pintorescos y sucios, sus capuchones y turbantes, sus piernas desnudas y sus anchas sandalias, parecen estar evocando allí todas las tradiciones orientales y la historia de dos razas proscritas.
Y a medida que al lado de la civilización supernaturalista que descansa sobre el poder de la oración y de las reliquias, nacía y crecía la civilización naturalista que descansa sobre el poder de los métodos y de las máquinas, mientras al mismo tiempo las naciones musulmanas quedaban rezagadas en la pura civilización religiosa, y sin venir a menos, sólo por quedarse hoy donde estaban ayer, venían siendo cada vez más impotentes contra la fuerza, la riqueza y la salud crecientes, de sus iguales de antaño, engrandecidas por las maravillosas revelaciones de la ciencia humana que han excedido en realidades a todas las fantasías de los cuentos orientales.
La exaltacion intelectual y física, el delirio y el furor, son efectos inmediatos del agárico á dósis elevadas; son efectos tóxicos tales como los buscan ciertas poblaciones del Norte que le comen para proporcionarse cierta especie de embriaguez, como los orientales toman el haschisch y fuman el opium.
Palabra del Dia
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