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El más indignado fue tío Manolo: «¡El día que vea a esa petenera tratar mal a mi sobrino había dicho en cierta casa, como no se tape las orejas con cera va a escuchar cosas muy lindas!» Y pasó como había previsto.

¡Qué rey! ¡qué rey! dijo el bufón. Paréceme será bien que callemos hasta que nos veamos en seguro. Decís bien... nunca palacio ha sido tan orejas todo como ahora. Pero ya llegamos. Acababan de subir las escaleras, y el tío Manolillo había tomado por un callejón estrecho. Detúvose á cierta distancia del desemboque de las escaleras, y sonó una llave en una cerradura.

Pero me has entendido, porque tus orejas se levantan y tus relinchos redoblan. ¡Valor, he ahí mi tartana! he ahí mi enamorada que se balancea sobre las olas como una gaviota se deja mecer en su nido por una onda transparente.

Porrque, ¿qué se hace uno, si ni aun queda el rrecurrso de desafiarrlo?... ¿Que no? replicó Jacobo riendo, a pesar suyo . Desafíalo , y córtale las orejas.

Y porque no le conociese, soltó de detrás de las orejas el cabello, que traía recogido, y quedó nazareno, entre ermitaño y caballero lanudo; plantóse un parche en un ojo y púsose a hablar italiano conmigo. Esto pudo hacer mientras el otro venía, que aún no le había visto, por estar ocupado en chismes con una vieja.

Los quintos salían de un cuartel próximo, derechos, muy abotonados de uniforme, las orejas coloradas con tanto frotárselas en las abluciones matinales, el cogote afeitado al rape, las manos en los bolsillos del pantalón, silbando alguna tonada.

Escudos, y paveses, y capacetes pondrán contra ti en derredor; y yo daré el juicio delante de ellos, y por sus leyes te juzgarán. 25 Y pondré mi celo contra ti, y obrarán contigo con furor; te quitarán tu nariz y tus orejas; y lo que te quedare caerá a cuchillo. Ellos tomarán tus hijos y tus hijas, y tu remanente será consumido por el fuego.

El joven parecía petrificado; miraba la tumba como si hubiera querido volver a abrirla con los ojos, y el viento le subía el cuello de la capa militar por arriba de las orejas. El pastor le palmeó suavemente el hombro: Señor barón, ¿quiere permitirle a un viejo que le dirija algunas palabras?

Mi mula de repente apresuraba, Corriendo, y en pararla me era en vano, Que el miedo del temblor la desquitaba: Corriò con las orejas aguzadas, Y ainas me quebrára las quijadas.

Agosto 1.º Hoy, hablando con ella de la antigüedad de mi familia, me enredé en un lío de mentiras tan grande, que no cómo pude salir de él. Me puse colorado hasta las orejas, y cuantos más esfuerzos hacía por aparecer sereno, más me sofocaba. Si lo notó, como es de presumir, ¡qué idea tan baja habrá formado de ! Estoy vendido con este rubor estúpido que me asalta por el más leve motivo.