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Actualizado: 30 de abril de 2025
No se me ocurre nada. Más vale que olvidemos eso y sigamos como hasta ahora rindiendo culto al arte de Fidias en secreto y en los ratos de ocio. Miguel le miró en silencio y con atención algunos momentos. No es verdad. Me estás engañando y te invito a que no lo hagas. Creo tener derecho a que me hables con franqueza.
Olvidemos, lo repetimos, esa funesta expresión que contribuye a aumentar la injusta desconfianza que de nuestras propias fuerzas tenemos. Hagamos más favor o justicia a nuestro país, y creámosle capaz de esfuerzos y felicidades.
Porque no olvidemos que el sistema de aislamiento se traduce por una frase cortísima: cada uno para sí. ¿Pudo prever Dorrego y su partido que las provincias vendrían un día a castigar a Buenos Aires por haberles negado su influencia civilizadora, y que, a fuerza de despreciar su atraso y su barbarie, ese atraso y esa barbarie habían de penetrar en las calles de Buenos Aires, establecerse allí y sentar sus reales en el fuerte?
Soltó los papeles y estrechando la mano que el joven le tendía con tanta ansiedad como si quisiera, agarrarse a él, contestó: Con eso no haría más que cumplir con mi deber; pero hagamos algo mejor: olvidemos nuestras respectivas condiciones y confíese usted no al magistrado, sino al hombre.
Es preciso que nos desnudemos rápidamente detrás del tronco de un árbol, para estar al abrigo del aire helado, que nos olvidemos del frío que contrae nuestros miembros; todo es en vano; el viento nos recuerda la dura realidad. A nuestros pies corre el agua, rápida y sombría; sin tocarla, sentimos que está helada; el soplo de aire que la riza nos hace temblar de frío.
Trátame como quieras; pégame... te querré como esas mujeres que admiten los golpes como prueba de cariño. Lo que te digo es que eres mío y no te suelto. Olvidemos lo pasado y aún podemos ser felices. Luis, Luis mío, ¿qué mujer puede quererte como la tuya?
Te das con noble entusiasmo. Creo que, de conocernos en la primera juventud, no me habrías abandonado para ser rico casándote con otra... Me resistí á ser tuya porque te amaba y no quería hacerte daño... Después, el mandato de mis superiores y mi pasión me hicieron olvidar estos escrúpulos... Me entregué; fuí la «mujer fatal» de siempre: te traje desgracia... ¡Ulises! ¡amor mío!... Olvidemos: de nada sirve recordar el pasado.
Olvidemos al mundo entero para ser el uno del otro; cerremos los oídos a todos los ruidos del mundo, tanto si vienen de la China como de París. Este es el paraíso terrestre; vivamos para nosotros solos bendiciendo la mano que nos ha colocado en él. Vivamos para nosotros dijo la joven y para los que nos aman. Yo no sería dichosa si no tuviese con nosotros a nuestra madre y a nuestro hijo.
Yo por tu bien te daría, Todo mi amor y ternura, Rosa de melancolía. Todo es mentira en el mundo. El desengaño encontraste, Tu que mi afán despertaste, Con tu desprecio profundo. ¡Todo en la vida es contraste, Todo es mentira en el mundo! Olvidemos lo pasado, Ven de mis ansias en pos... Ya que el amor ha tronchado La existencia de los dos, Olvidemos lo pasado.
Menester es, para que no nos choquen tanto las inverosimilitudes, que, con arreglo á nuestras ideas actuales, se originan necesariamente de estos disfraces con el velo, sin que los personajes que lo hacen, sean, sin embargo, conocidos, que no olvidemos las aventuras á que daba lugar el uso de esta prenda de vestir, y la habilidad extraordinaria con que la manejaban las damas españolas cuando las circunstancias lo exigían.
Palabra del Dia
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