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Actualizado: 20 de octubre de 2025
412 Más que yo y cuantos me oigan, más que las cosas que tratan, más que los que ellos relatan, mis cantos han de durar; mucho ha habido que mascar para echar esta bravata. Brotan quejas de mi pecho, brota un lamento sentido; y es tanto lo que he sufrido y males de tal tamaño que reto a todos los años a que traigan el olvido.
Este sí que es notición. Oigan todos, oiga usted, Sr. D. José María: «Valencia, 10 de junio. El ejército de Duhesme ha sido derrotado. Corren voces de que el castillo de Figueras está en nuestro poder; se repite la noticia del levantamiento del Rosellón y de la indignación con que ha visto toda la Francia la conducta de su Emperador con la España.»
No se asustarán poco las Madres cuando me lo oigan decir. Pero ya Dios no quiere que yo sea monja. No lo serás, no; y cuando yo vuelva de la guerra... ¿Pero vas tú a la guerra? Chiquillo, ¿quién te ha metido a ti en guerras? ¿Pues qué he de hacer? ¿Quieres que toda la vida sea criado? Escucha, Inés, lo que me pasó hace días en casa de la Sra. Condesa.
Farinelli ha hecho más... ha encantado, ha seducido caracteres más feroces aún: a los individuos que tenía en la corte, a sus enemigos, a sus rivales... ¡a mí mismo, señores!... ¡a mí! el famoso Caffarelli... Oigan ustedes lo que con él me sucedió, y del modo que le conocí. La atención de los circunstantes redobló con las palabras de Caffarelli, y todos se aproximaron para no perder una palabra.
Oigasté, ¿y si le dijeran: «Suelte lo que no es suyo?...». Ahí va otro. ¡Cuánto habrá robado ese hombre para llevar cocheros con tanto galón!... Anda, anda, y allí va un cochero montado en el caballo de la derecha, con su gorrete azul y charretera... ¡Eh!, y en el coche van dos señoras... ¡Vaya unas tías, y cómo se revuelcan en los cojines! Oigan ustés, ¿de dónde han sacado tanto encaje?
Oigan ustedes a don Lucas Mentirola. Ese viene siempre de donde sucede algo. ¿Ha habido fuego? Vengo de allí. Hace estragos horrorosos. ¿Ha llegado el tenor nuevo? Sí responde, le acabo de dar un abrazo: viene gordo, y su voz es un portento; le hice entrar en un portal y cantar un rato... por mí lo hizo. Es un gran muchachón: rubio, alto, ¡extranjero!
Las poesías de amor son para compuestas a solas y para leídas con recogimiento. Haz tantas poesías como se te antoje, pero por escrito; luego me las das para que yo las lea en secreto. Ahora que, pues posees ese don inapreciable y fuera de lo común de improvisar como quien bosteza, no es justo, ¡qué ajo!, que en ocasiones sonadas no hagas gala de él y dejes aturulados a quienes te oigan.
La hierba seca que pisas, Al verte, se reverdece. ¡Dios nos asista! exclamó Rosa Mística, poniéndose las terceras enaguas ; también saca a colación la misa en sus coplas profanas; y los que lo oigan, como saben que soy dada a las cosas de Dios, dirán que lo canta por lavarme la cara. ¿Si pensará ese barbilampiño burlarse de mí? ¡No faltara más!
El lujo escénico, las decoraciones brillantes y el arte del tramoyista no son de poca entidad, por ejemplo, en cuanto sirven de adorno exterior de un drama bueno, porque traen algunos al teatro, que acaso no acudirían á él si no se les ofreciese otro atractivo que el mérito desnudo de la obra, en cuyo caso servirán de medio ú ocasión para que estos mismos presencien y oigan una composición poética, que concluya, en último término, por agradarle.
Palabra del Dia
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