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Actualizado: 8 de junio de 2025


Oiga usted, señor pedante complutense, canonista, teatino, ó lo que sea, váyase á mondar patatas al convento de Móstoles, donde estará más en su lugar que aquí. Caballero dijo Carrascosa, poniéndose de color de un tomate y mirando á todos lados para pedir auxilio, porque aunque tenía al barbero por lo que era, por un solemne gallina, no se atreva con aquel corpachón de ocho pies.

Otra vez se encontraban en el camino con un par de reses y su conductor. Es preciso se le decía entonces que pondere usted mucho y muy recio esos animales. ¿Para qué? preguntaba asombrado don Simón. Para que lo oiga el que va con ellos. ¿Y qué tengo yo que ver con él? ¡Friolera!... ¡Es un elector! ¡Aunque sea el preste Juan de las Indias!... ¡Yo no hago esas tonterías!

He aquí, el diablo ha de enviar algunos de vosotros a la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación de diez días. fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida. 11 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias. El que venciere, no recibirá daño de la muerte segunda.

Así, pues, díjele que podía disponer libremente de su mano, le cuenta de los planes que iba a exponer a mis hijos, y le anuncié que vendría con nosotros, al oír lo cual movió la cabeza y me respondió que quedaba muy agradecida a mi buena intención, pero que no podía aceptar mi oferta. Protesté yo, y entonces ella repuso: » Oiga usted, tío.

43 Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga. 44 También, el Reino de los cielos es semejante al tesoro escondido en el campo; el cual hallado, el hombre lo encubre, y de gozo de ello va, y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo. 45 También el Reino de los cielos es semejante al hombre tratante, que busca buenas perlas;

Que el cielo le oiga dijo uno , y yo prometo a San Francisco hacer dormir a mis criados sobre la piedra y no darles más que garbanzos cocidos con agua por espacio de nueve días. Que lo prendan, y yo prometo a la Virgen una hermosa mantilla y un anillo.

Empero carecía de medios para procurarse un albergue mejor; tal vez veíase clavado allí por una especie de poder magnético, no osando enemistarse del todo con la terrible hada, á la que profesaba cierto respeto. La citaba pocas veces, y cuando lo hacía solía designarla sin nombrarla, así como el islandés en alta mar no se atreve á citar el Orca, temeroso de que le oiga y se presente.

Oía Mariano absorto, y ella sacaba de su despecho admirables rasgos de elocuencia. «Un marquesado, una fortuna de millones es lo que nos pertenecía. Pues ya ves: cárcel, infamia, pobreza. y yo seremos mendigos o Dios sabe qué. ¡Y Dios permite esto, y el cielo no se hunde, y todo sigue lo mismo! Y clamamos a gritos, sin que nadie nos oiga.

Si esto no le bastase para convencerse de la verdad de mi tésis, oiga á los génios investigadores que han compulsado los monumentos escritos de la antigüedad, y le dirán que el Veda enigmático de los Bracmas, las tradiciones pérsicas de los Güebros, el Zend Avesta de Zoroastro, los libros de Osiris, el Koran, y el Edda de los Escandinavos, fueron escritos, «en un lenguaje métrico y sentencioso», así como el Génesis y los demás libros poéticos de la Biblia; y que los Frigios y los Licios, en la estremidad occidental del globo, lo mismo que los Túrdulos y Turdetanos en el mediodia de la Europa segun lo dice Strabon y lo repite Humboldt redactaron en verso sus leyes, á las cuales asignaban una antigüedad de seis mil años.

Vivían felices sin reñir nunca por nada, sin que hubiese entre ellos la menor desavenencia, hasta que Vd. llegó a Madrid. A los quince días varió la decoración. Repito que no toleraré... Un poco de paciencia y acabaremos pronto. Traigo propósito de que me oiga usted.

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