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El cura me echó una mirada rápida que significaba: «Va usted a estudiar en lo vivoAprovechando las efusiones a que se entregaban la abuela y la señorita Sarcicourt, el padre Tomás se retiró, con gran desesperación de aquellas señoras, que querían retenerle. ¡Oh! señor cura, soy yo quien le echa... Qué lástima... murmuraba la señorita Sarcicourt haciendo monadas.

¡Oh! ¡Y a que me parecían divinas! exclamó Carmen. ¿Estaría yo enamorada, también? Cállate, Camucha, no tenemos tiempo de conversar ahora. Hagamos los comentarios después. Continuaron leyendo: ", acaso debo más bien agradecerle a Zoraida lo que hizo entonces. Acaso... No puedo saberlo todavía. El porvenir vuelve a espantarme".

Pues yo no puedo tenerme; pero esta diligencia que salta como una cabra no me deja dormir. ¡Y qué remedio, tio! Este caballero, añadió dirigiéndose á , debe de estar muy incómodo.... Oh, no Señor. He pasado la noche en una posada y no necesito ya dormir. Verdad; pero ya ve Usté, ese asiento del medio es tan desagradable.... ¡Bah! le repuse, no es cosa de impacientarse.

¡Oh! tiene Vd. razón, tiene Vd. razón; pero no es así como se piensa allá en otras partes. ¡Dios mío! ¡qué bendita Navidad ésta que me ha hecho encontrar lo que me había parecido un sueño de mi juventud entusiasta! Pero los chicos, luego que vieron al cura, vinieron a saludarlo alegremente, y luego corrieron al centro del pueblecillo gritando: ¡El hermano cura! ¡el hermano cura!

Pues, con permiso del señor canónigo, yo aconsejaría carne cruda, mucha carne a la inglesa... «¡Oh! le corría prisa; hubiera dado sangre de un brazo por verla correr por aquellas venas que se figuraba exhaustas. ¡La vida, la fuerza a todo trance, para aquella mujer!». Hasta habló un día don Álvaro de transfusiones. «La ciencia había adelantado mucho en esta materia».

» Elegante, generoso, de superiores dotes... » Rica y noble... » Noble y rico... » En suma: todas tus perfecciones y todos tus encantos, Magdalena. » En suma, todas tus cualidades, Amaury. » ¡Oh! exclamé con el corazón palpitante de gozo. ¡Si me amase una mujer como !... » ¡Dios mío! exclamó Magdalena palideciendo. ¡Habías pensado en ! » ¡Magdalena! » ¡Amaury! » ¡! ¡! ¡Te amo, Magdalena!

¡Oh! abuela protesté con vehemencia, no se puede decir que una vida está truncada cuando se tiene la dicha de vivir sin un marido, sin un dueño, y libre de tantas vicisitudes... Admitamos que exagero en cuanto a algunas; pero me concederás que muchas solteronas participan de mi opinión. No todas tienen tus ideas y las hay que se resignan difícilmente al celibato.

¡Me hace usted daño! ¡Déjeme! ¡Obedece! ¡No! ¡Obedece! Lea lanzó un grito desesperado y se retorció, con las lágrimas en los ojos. ¡Oh! Me martiriza usted... ¡Cobarde! ¡Obedece, mal bicho, ó te rompo el brazo! Aquel hombre cataba espantoso de furor y el pensamiento de un asesinato aparecía en sus ojos. Lea cayó de rodillas enloquecida.

¿Le parece mucho? le pregunté. ¡Ah! me contestó, como despertando; pensaba que ese tío es un horizonte: ¿Es muy viejo? Sesenta y cuatro años, no es mucho; más joven que su fortuna, sería mejor menos millones que años... ¿no? ¡Oh! no, de ninguna manera; diez años más o menos no es nada para un hombre, diez millones de menos es mucho...

Y, fingiendo sorpresa, mira por encima del hombro a Juan, que, de pie detrás de ella, sigue con ansiedad los movimientos de su mano. Hazla girar dice ella en tono de broma y retrocediendo un paso. Juan tiembla. ¡Oh, Eva tentadora! Hazla girar y déjame asomar la cabeza por la abertura dice la joven riendo. no tienes necesidad de ver nada.