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En este estado dejamos el negocio de su conversión; pero hay poco que esperar de ella, porque aunque hayan hecho tan largas ofertas no hay mucho que fiarse de ellos porque son pérfidos, revoltosos, inconstantes, y que en tanto mantienen su palabra en cuanto les está á cuento.

Necesitaba moverse, caminar en la obscuridad, aspirando el fresco de la misteriosa lobreguez. En la puerta del jardín vacilaron ante los ofrecimientos de varios cocheros. Freya fué la que desechó sus ofertas. Quería volver á pie á Nápoles, siguiendo el suave descenso del camino de Possilipo, después de la larga inmovilidad en el restorán. Su rostro estaba acalorado y rojo por el abuso del vino.

Nada se atrevió a preguntarle; pero al día siguiente, que era domingo, esperó muy de mañana a la criada vieja de doña Carmen, y acercándose a ella cuando salía de la iglesia le rogó que le siguiese hasta su despacho del balneario, donde, primero con astucias y luego con ofertas trató de averiguar lo que tanto deseaba saber.

Caminando mas adelante, se echaron los indios en tierra, diciendo que no podian mas, y viendo que ni por ruegos ni ofertas, pudieron conseguir que prosiguiesen adelante, subieron á un árbol de mas de treinta varas de alto, de donde descubrieron una laguna grande de tierra llana y dilatada con una isla en medio, que despues dijeron los indios, ser esta la laguna Puraya, y que la isla que tenia se llama Jolten, habitada de indios y españoles.

Y enseñando la herida, decia: "Mirad como se trata á los sacerdotes y ministros del santuario: no creais en las vanas ofertas del traidor Tupac-Amaru, todos sereis víctima de su tirana ambicion, porque su intento es derramar toda la sangre española; buenos testigos son las crueldades egecutadas en Arque, Tapacari, Palca y otros pueblos."

¿Y el coro del oratorio? ¿Y los palomares? Resultado: que no conocíamos ninguna parte de aquel laberíntico pueblo formado de recovecos, burladeros y sorpresas, capricho de la arquitectura y mofa de la simetría. Pero nuestra impericia no se daba por vencida, y rechazamos las ofertas de un muchacho que quiso ser nuestro guía.

Mi opinión era que le mandase a usted la cuerda con que merece ser ahorcado, pero él se empeñó en darle un salvo-conducto hasta la frontera y quinientos mil pesos. Pues entre las dos ofertas prefiero la de usted, señor mío. ¿Es decir que rehusa usted la del Duque? Desde luego. Así se lo dije a Su Alteza. Y el bribón que había recobrado todo su aplomo, me dirigió la más alegre de sus sonrisas.

En vano gritaba, en vano prodigaba el juramento nacional y las ofertas de billetes de banco a los que viniesen a socorrerle. Tuvo que aguantarse en su prisión vegetal casi todo el chubasco. Al fin pasó la tormenta y volvió a salir la gente a la calle. Acudieron en su ayuda; pero la cosa no era tan fácil: hubo que traer sierras y hachas y cortar las ramas más gruesas.

Súplicas, amenazas, ofertas para que se retire, cuanto se ha intentado ha sido en balde. Allí está cuando el rico industrial, nuevo señor del feudalismo moderno, sale a sus placeres y sus agios; cuando su esposa vuelve de rezar, y cuando sus hijas van a saraos y fiestas envueltas en primorosas galas.

Y, refunfuñando de impaciencia, tomó el montón de cartas que se había quedado hasta entonces en la mesa de noche sin que él le hiciera caso. Eran ofertas de vino, el anuncio de un nacimiento en casa de Cohn, ¡un pobre ciego con un hijo recién nacido! y de repente se estremeció, mientras una sonrisa aparecía de nuevo en su rostro. ¡Diantre! No me esperaba esto murmuró con satisfacción.