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Actualizado: 27 de julio de 2025
Antonio le dió gracias con efusión y estuvo muy tentado á aceptar la oferta, porque sentía un miedo de primera calidad. Pero se acordó de la cita con Soledad, la halló muy sabrosa y tuvo fuerzas para rehusar. Se las echó de valiente. Si no me quedo es precisamente porque no vayas á figurarte que le tengo miedo.
Dí las gracias al buen sacerdote por su afectuosidad, y acepté desde luego oferta tan lisonjera. Tengo una casa cural muy modesta añadió como que es la casa de un cura de aldea, y de aldea pobrísima. Mis feligreses viven con el producto de un trabajo improbo y no siempre fecundo. Son labradores y ganaderos, y a veces su cosecha y sus ganados apenas les sirven para sustentarse.
Y Lita contó a su modesto amigo todo lo que había pasado desde la noche anterior: la aparición del hada madrina, su oferta y promesa, cómo había puesto ella manos a la obra... Ahora tienes que decirme terminó, ¿cuántos días faltan para los treinta días? Ramón, que la escuchara pensativo, rió como un loco a esta pregunta, respondiendo: Para los treinta días faltan... ¡treinta días!
Pero como faltaba ya la razon, y empezaban á descubrir su mala intencion, lejos de producir los buenos efectos que se prometia de esta sumisa oferta, solo sirvió para que se insolentasen mas.
Constanza es nuestra única hija y cuanto tenemos le pertenecerá algún día. También soy yo ahora el único Clinton, y muerto sin hijos mi hermano soy dueño y señor de Munster. Cierto es. Pero ¿cómo no me has hablado antes del caso? No podía hacerlo, señor barón, porque ni aun sé si vuestra hija me ama y no media entre nosotros oferta ni promesa.
Pues si quieren pasar por V..., adonde voy, tendrán compañía y menos polvo. Aceptaron la oferta. Tomaron la vereda que a aquel pueblo conducía, y Moreno y Sánchez, que no perdían la ocasión de enriquecer su cuaderno de notas con las observaciones antropológicas que podían recoger, le abrumaron instantáneamente a preguntas. El caminante les respondía de buen grado.
No lo dijo en balde: á los pocos días le instalaban en una de las mejores casas de la ciudad; llegaba á sus manos oferta nueva del Rey de conferirle las insignias de la orden consabida, con una plaza en el Consejo privado y las rentas de la primera Abadía que vacara, en espera de lo cual disfrutaría desde luego pensión de 4.000 escudos anuales .
La oferta de aquel cuantioso donativo no deslumbró a la de Butrón; habíase turbado mucho mientras hablaba su amiga, y moviendo la cabeza vivamente dijo: Lo creo, porque naciste para ser rica y sabes serlo... ¡Pero tu nombre, tu nombre vale más que los diez mil duros!...
A Villa y al duque les caía en más gracia que a mí. Cierta noche le tropecé en el teatro. Hablamos en los entreactos y me citó para irnos a beber a la salida unas cañas. Gloria no asistía al teatro por ciertos miramientos bien comprensibles. Me encontraba libre, y acepté con gusto su oferta.
Ofrecióme enseguida su casa, aunque era de alquiler, como la vieja que le servía de patrona por recomendación muy encarecida de su hermana a quien había zagaleado en Robacío; agradecíle la oferta como era mi deber en buena cortesía, y salimos juntos, sin los cumplidos corrientes entre españoles finos, y que tan molestos suelen ser en pasadizos de la angostura de aquéllos.
Palabra del Dia
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