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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Si va usted a estar aquí muchos días, pida usted que le den el cuarto que yo tengo, porque la vista del mar es una delicia... Yo me voy pasado mañana. El señor. Hombre, se lo agradezco a usted mucho. Y luego, dirigiéndose al encargado: ¿Hay inconveniente en que ocupe la habitación de este caballero? El de la fonda. Ninguno. ¿Qué más nos da?
Este hizo en presencia de ellos grandísimos elogios de su nuevo empleado, y tal vez por eso me recibieron reservados y desdeñosos; pero al ver que se habían engañado, que me esforzaba en ser comedido y cortés, cambiáronse en grata simpatía la reserva y menosprecio manifestados a mi llegada. Sólo uno, el joven cuyo puesto ocupé, me vió con malos ojos. Entonces lo mismo que ahora. ¿Por qué?
Las elecciones las practican juntándose ocho o más días antes, y cada capitular propone un indio para que ocupe el empleo que él ejerce, consultando antes la voluntad del corregidor y la del administrador, que son los principales en que rueda esta máquina.
¡Ay! respondió la aludida, mis pretendientes no cesan de correr... Señorita dijo yendo a arrodillarse delante de la Melanval, ¿no tiene usted una liga por pequeña que sea, que se ocupe de las jóvenes casaderas?... Si no la hay debiera haberla... Sería cien veces más útil terminó levantándose, que todas esas ligas que fastidian a todo el mundo...
Recordé que Oliverio debía estar en el teatro: sabía cuál era y quién le acompañaba. No teniendo por qué resistir a una cobardía más, ocupé un coche y me hice conducir. Tomé un palco oscuro desde el cual esperaba ver a Oliverio sin ser notado. No estaba en ninguno de los otros palcos que había enfrente del mío.
Nada hice para salvarlos del total olvido, convencido de que toda cosa que es abandonada merece serlo y que no hay un solo rayo de verdadero sol perdido en todo el universo. Hecho este barrido de conciencia, me ocupé de tareas menos frívolas. Se hacía entonces mucha política por doquier y particularmente en el medio observador en que yo actuaba.
Tú puedes equivocarte. ¿Si a pesar de tus valientes esfuerzos, nuestra casa no se levantase?... Piense usted primero en María Teresa, en ella sola; poco importa lo demás. Se trata de ella, no se ocupe usted de mí: yo no necesito de nada. Con tal que yo trabaje hasta mi último día y que usted me guarde un sitio a su lado, viviré resignado, si no feliz...
¿No sabe usted por qué? ¿Comprendió usted que ya no amaba a la Condesa? No me ocupé de esas cosas. ¿Por qué fue usted a Lugano? ¿Qué hacía él allí? La joven no contestó. ¿No quiere usted decirlo? No puedo. ¿Le ayudaba a usted el partido? Otra vez se quedó muda. ¿Cuánto tiempo estuvo usted en Lugano? Tres días. ¿Y después? Volví a Zurich. ¿Cuándo partió él? En abril. ¿Para hacer qué?
La abuela hizo un movimiento de tan excesivo mal humor, que me quedé ligeramente aturdida. ¿Es necesario hacer un estudio tan profundo para poner en claro ese grave problema?... ¡Qué rara eres, hija mía! Pero, en fin, tú permites que me ocupe en esto; es todo lo que reclamo de tu indulgencia...
La dirá a Vd. que se lleva a mi padre porque nosotros le tenemos abandonado. Me echa a mí la culpa de todo; dice que mi fanatismo es el solo culpable, que aconsejo a nuestra madre que vaya a la iglesia y no se ocupe de otra cosa. Las apariencias están, quizá, a favor suyo.
Palabra del Dia
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