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Actualizado: 26 de julio de 2025
Más de dos semanas dio pasto a las lenguas ociosas de León el singular suceso de la llegada de Lucía González, sola, triste, desmejorada y encinta, a la casa paterna.
Estaba compuesta en su casi totalidad por lo que durante el período revolucionario se llamó pueblo soberano, esto es, por todos los pilluelos y ganapanes de la ciudad, a los cuales se agregaban algunas personas dignas, aunque ociosas, y casi todas las comadres de los arrabales.
Sobre todo, su admiración no conoció límites, cuando les armó un fuego contra un árbol y les enseñó otros secretos de la vida de monte. Al cabo de dos ociosas y felices horas de locuras, encontrose tendido a los pies de la profesora, contemplando su rostro, mientras ella, sentada en la pendiente de la cuesta, tejía coronas de laurel con el regazo lleno de mil variadas flores.
Su tía había sido muy amable ahorrándole las preguntas ociosas y explicaciones inútiles sobre su cambio de parecer, justificado por el amable paso de aquellas señoras y por la doble invitación que salvaba las inconveniencias. Ante aquella muestra de deferencia para su madre adoptiva, no podía ya Carlos ser más realista que el rey ni había ninguna razón para hacer el salvaje.
Lo que sí hice fue derribar con ira y hasta con asco el ídolo de Juan Maury del altar que misteriosamente le había yo erigido en el templo de mis recuerdos. Y aunque mis manos permanecieron ociosas e inertes, no le sucedió lo mismo a mi lengua. La esgrimí como puñal buido. Si no calenté bien con mis manos la cara del inglés, con la lengua le calenté las orejas.
Perdone usted dijo al cogerlo y guardárselo en su sucia y desflorada cartera.... La palabra de usted bastaba. Al pronto le desconocí; pero ahora recuerdo muy bien de su fisonomía, y caigo en la cuenta de que le conozco mucho, y también he conocido a su padre, señor de Artegui.... Pues si me conoce repuso severamente el viajero , sabrá que gasto pocas palabras ociosas.... Abur.
Sofocado y anheloso, el pobre diablo hubiera querido echarse a los pies de su jefe, pero no era aquel el momento, y, sin más tardanzas ni protestas ociosas, le cogió en sus vigorosos brazos y se le llevó corriendo hasta el Blockhaus, al que llegó jadeando y no sin sufrir una descarga general. Carlos estaba salvado. Ragasse domado.
Agregue usted a esto el crecido número de personas que se quedan ociosas, que cuando menos son más de la tercera parte, si no llega a la mitad, unos por empleados en cosas que no son necesarias en el colegio, otros que se fingen enfermos, otros que el corregidor y cabildantes ocultan y libertan de los trabajos de comunidad para emplearlos en sus chacras particulares, a más del crecido número de cuidadores, y verá usted los que quedan para trabajar, y cómo así los que trabajan y los que los cuidan no aspiran a más que a libertarse del castigo o represión, y en pareciéndoles que han hecho lo que basta para libertarse, ya no se mueven.
Así contestaba don Víctor a las sugestiones de la mísera carne que pretendía volverse a las ociosas plumas. Cuando ya tenía las ideas más despejadas, reconoció imparcialmente que la pereza aquella mañana no se quejaba de vicio. «Debía de ser en efecto bastante más temprano de lo que decía el reloj.
Y estas horas de mi sosiego no las pasaba ociosas, porque en ellas ocupaba la memoria en acordarme de muchas cosas, especialmente en la vida que había tenido en el Matadero. Pero habrélas de callar, porque no me tengáis por largo y por murmurador.
Palabra del Dia
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