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Actualizado: 4 de junio de 2025


Portentosa cosa es esa, dixo Candido, pero es preciso tratar de curaros. ¿Y cómo me he de curar, amiguito, dixo Panglós, si no tengo un ochavo; y en todo este vasto globo á nadie sangran, ni le administran una lavativa, sin que pague ó que alguien pague por él?

Fortunato no daba la victoria por un ochavo menos. Adán y Eva no estuvieron más solos en el paraíso cuando se concertaron para aquella jugarreta cuyas consecuencias, sin comerlo ni beberlo, está pagando la prole, y siglos van y siglos vienen sin que la deuda se finiquite.

lo sueltas seco, sin achicarte ni engrandecerte; que ella, aunque se le un ochavo, siempre da las gracias con la misma boquita de merengue. Vaya... Mentira me parece que he de verme en mis cuatro paredes...». v Cuando Fortunata, después de un ratito de palique con la comandanta, penetró en la otra casa, vio cosas que la pasmaron.

Aquel cuarto, tan reducido que bien hubiera podido llamarse ochavo, constaba de un pasillo estrecho, que parecia ancho á fuerza de ser corto, un gabinete donde bien podrian caber seis personas de pié, pero incómodamente, y un balcon á la plaza de los pájaros.

Yo sabía que la Nina se arrimaba a la puerta de San Sebastián, por pescar algún ochavo... La necesidad es terrible consejera. ¡Cuando la pobre Nina lo hacía!... Pero yo no supe hasta hoy que anda emparejada con un moro ciego, y que de ahí le viene su perdición. ¿Está usted seguro de lo que dice? Lo he visto. A mamá no he querido decirle nada, porque no se disguste; pero... ya estoy al tanto.

Entráron Cunegunda y la vieja en bureo, y esta dixo: Señorita, vm. tiene setenta y dos quarteles y ni un ochavo, y está en su mano ser muger del señor mas principal de la América meridional, que tiene unos estupendos bigotes, y así no viene al caso echarla de incontrastable firmeza.

¡El demonio de la vieja!... ¡Pues no faltaba más!... ¡En eso estaba yo pensando! ¡En que con los fondos de mi asociación comprasen fusiles los carlistas!... ¡Y la estúpida Veva se calla!... Contesta, Geno, demonio: contesta que no, que se vaya si quiere, que no saca de aquí un ochavo... ¡La denuncio primero!

Llegó un instante en que no tuvo un solo ochavo en el bolsillo. Nada dijo. Aquel día no fumó; al día siguiente tampoco. Su mujer lo observó al cabo y le preguntó la causa. No estaba bien del estómago, le repugnaba el cigarro. Pero ella, no fiándose, le registró los bolsillos cuando se hubo dormido y los halló vacíos. ¡Pobre Mario! Lloró en silencio largo rato.

La salvaje soledad de las alturas contrastaba con la riqueza de la capilla del Ochavo, llena de reliquias en vasos de oro y arquillas de esmalte y marfil; con la magnificencia del Tesoro, que amontona las perlas y las esmeraldas con tanta profusión como si fuesen guijarros; con la elegante abundancia del guardarropa, lleno de telas sobre las cuales reproducía el bordado todos los matices de la pintura.

Otro tanto dixo el criado quinto al quinto amo; pero el sexto se explicó de muy diferente modo con el sexto forastero, que estaba al lado de Candido, y le dixo: A fe, Señor, que nadie quiere fiar un ochavo á Vuestra Magestad, ni á mi tampoco, y que esta misma noche pudiera ser muy bien que nos metieran en la cárcel, y así voy á ponerme en salvo: quédese con Dios Vuestra Magestad.

Palabra del Dia

rigoleto

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