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Actualizado: 6 de junio de 2025


Sumando con ellos las recíprocas a que ésta tenía notorio derecho, y no se le escatimaban ciertamente; su turno en el Real; su día de moda en el Español y en otros teatros más; las indispensables exhibiciones en carruaje abierto; las tareas distinguidamente devotas y benéficas de la marquesa, que a la sazón era presidenta y directora de no cuántas congregaciones cristianas, particularmente la de las Madres ejemplares, fundada por ella, y la de Doncellas humildes y temerosas de Dios, a la que pertenecía la hija, y por eso concurría a sus asambleas cada miércoles y comulgaba dos veces cada mes en las Calatravas; y, por último, sus excursiones veraniegas por todo lo más distinguido y más caro de las regiones europeas a estos esparcimientos destinadas por la moda, ¿qué extraño es que no le quedara una sola hora, un solo minuto para vivir en familia, para mirar por dentro las prosaicas mecánicas de la vida normal, para traer a las mientes las cuerdas advertencias del olvidado abuelo..., para contemplar, siquiera, desde el punto de la pendiente rápida en que se hallaba, el necesario e inevitable paradero, término fatal y merecido remate de tan locos despilfarros?

Así, sin contradicción con mi individualismo, afirmo yo que el teatro normal ó modelo, debe hoy, con más razón que dentro de ciento cuarenta y seis siglos, cuando la humanidad colectiva nazca, ser sostenido por el Estado. Que le sostengan uno ó varios particulares ricos es menos plausible, menos posible y menos decoroso.

Llegados á pocos pasos de Roger, doblaron sus cuerpos aquellos rarísimos danzantes, y posando los pies en el suelo asumieron sin el menor esfuerzo su posición normal y se adelantaron sonrientes, con la mano sobre el corazón, en la actitud de acróbatas ó payasos saludando al público. Sed generoso, príncipe mío, dijo uno de ellos tendiendo un birrete galoneado que recogió del suelo.

Hay, por otro lado, un sujeto joven también ingeniero, si se quiere que no recuerda haber pensado dos veces seguidas en la joven en cuestión. Todo esto es razonable, inteligible y normal.

Aquel tirón derribó a los tripulantes. Antonio, soltando el timón, se vio casi en las olas; pero sonó un crujido y la barca recobró su posición normal. Se había roto el aparejo, y en el mismo instante apareció el atún junto a la borda, casi a flor de agua, levantando enormes espumarajos con su cola poderosa. ¡Ah, ladrón! ¡Por fin se ponía a tiro!

Mi mujer tomó el suyo, pagamos y nos salimos á la calle, y cualquiera hubiera conocido en nuestras caras que estábamos de mejor humor. Pero aquello era caro para la comida normal, y proseguimos nuestras excursiones.

Esto supuesto, ya me tienen Vds. pidiendo el teatro normal ó modelo, sostenido por el Estado, no para ganar, sino para perder anualmente, aunque el teatro esté todas las noches de bote en bote, un millón de pesetas que iguale los ingresos con los gastos.

Dios se lo pague. Así mi carrera será por lo llano: si menos lucida, más fácil. El teatro, repito, es hoy, libre en España, y no puede ni debe serlo más. Lo que importa, por consiguiente, es establecer un teatro normal ó modelo. Clarín mismo se ha encargado de refutar no pocos de los argumentos que se ofrecen en contra.

El advenimiento del hombre, con su inteligencia precaria, en medio de la Naturaleza, trae aparejados el desorden, la discordia, las dudas y confusiones, en cuanto a la finalidad. ¿Qué otra cosa es la inteligencia normal humana sin tentación al desorden y torpeza de coordinación?

Por consiguiente no era dado a tomar en broma familiar las cosas que a veces, a los demás, a los que vivimos reducidos a un nivel normal humano, nos proporcionan esa frívola, pero grata impresión que hace reír.

Palabra del Dia

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