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Nuestro entendimiento, nuestra voluntad, no podía apartarse ni tanto así del camino que se les había trazado; a el camino del monjío, a Presentación el camino de no ser nada. ¡Ay, qué niñez tan triste! No nos atrevíamos a decir, ni a desear, ni siquiera a pensar cosa alguna que antes no estuviera previsto e indicado por mamá.

Tomé, criado suyo Vobadilla. Celia María Victoria. Lisena Autora. Fénix María Ca. La discordia en los casados. Autógrafo. Fecha: Madrid 2 de agosto de 1611. Lo que pasa en una tarde. Autógrafo. Fecha: Madrid 22 de noviembre de 1617. La niñez del Padre Roxas. Autógrafo. Fecha: Madrid 4 de enero de 1625. El desdén vengado. Autógrafo, con la firma de Lope. Fecha: Madrid 4 de agosto de 1617.

Sobre aquel suelo se había arrodillado su marido muchas veces. Y este pensamiento bastó para que se sintiera atraída por la imagen, contemplándola con religiosa confianza, cual si la conociera desde la niñez. Moviéronse sus labios repitiendo oraciones con automática velocidad, pero su pensamiento huía del rezo, como arrastrado por los ruidos de la muchedumbre que llegaban hasta ella.

El gaucho conocía su deber, y se apresuró á cumplirlo. Con el sombrero en la mano, rezó todas las oraciones que guardaba en su memoria desde la niñez. «¡Pobre difunta Correa!...» Luego buscó en su cinto, á través de diversos objetos, el pañuelo anudado en cuyo interior guardaba toda su moneda. Sacó á luz lo que poseía. Únicamente le quedaban tres pesos con algunos centavos.

Por fin, en todo el tiempo transcurrido desde mi última revista, la pobre Luisa no ha dejado de vivir en nuestra memoria y en nuestro corazon; lo cual quiere decir que no ha dejado de vivir con nosotros, como si fuese nuestra hermana, ó nuestra amiga de la niñez. ¡Qué poco se figurará esa pobre mujer, que dos extranjeros piensan en ella, como si se tratara de un individuo de su propia familia!

Le veía en su memoria, lo mismo que se lo había imaginado en las ilusiones crédulas de su niñez, mandando a los hombres a su voluntad; pudiendo enviar unos a la horca y perdonando a otros, según su capricho; sentado a la mesa de los monarcas y jugando con ellos a la baraja, igual que podía hacerlo él con un amigo en la taberna de San José, tratándose por ; y cuando no estaba en la corte, era señor absoluto en barcos de hierro de los que escupen humo y cañonazos... ¿Y su célebre abuelo don Horacio?

Lanzado ya al mundo de nuevo, con veinte años de edad, con aliento y brío y con caballo y armas, ¿dónde había de ir Plácido sino al castillo de D. Fruela a pedirle estrecha cuenta de todo? Sin detenerse sino para tomar el indispensable descanso, llegó Plácido a la morada donde había pasado la niñez.

Procedente de una familia de militares pobres y gloriosos, veíase convertida de pronto, por el entusiasmo casi senil de su marido, en una gran señora diplomática, rodeada de todas las comodidades de la riqueza, sin tener ya que sufrir el tormento de una mediocridad con la que habían pugnado desde la niñez sus gustos de mujer elegante.

Alfonso nos ha conducido hoy a Saint-Cloud en un cabriolé; es un sitio en el cual pasé la mayor parte del tiempo de mi niñez, cuando mi madre educaba a los hijos del duque de Orleans; en aquellos fui yo extremadamente feliz; salí de allí a los quince años, y desde entonces no había vuelto a ver aquellos lugares, a pesar de que tenía grandes deseos y muy gratos recuerdos de ellos.

Al llegar Juanito al barrio de las Escuelas Pías entró en una calle estrecha donde estaba el caserón de sus abuelos, una interminable fachada pintada de azul claro, en la cual, corrió por compasión, rasgaban el grueso muro algunos balcones y ventanas, a gran distancia unos de otros. Juanito recordaba su niñez.