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El parque de Greenwich es el Saint-Cloud de los vecinos de Lóndres. En el fondo de ese hermoso parque se levanta el famoso observatorio astronómico, cuya cúpula tiene unos 250 piés de elevacion sobre el nivel del Támesis.

¡Cuántas veces nuestra madre nos hablaba de la educación de este príncipe, que una revolución había desterrado de su patria, y que otra revolución debía levantar sobre su trono! No existe una fuente, una arboleda, ni un cuadro solamente en los jardines de Saint-Cloud que no conociéramos antes de haberlos visto. ¡Cuántas veces los nombraba al recordar su infancia!

Cuando era niña creía que no era posible la vida fuera de la corte, del Palacio Real o de los jardines de Saint-Cloud que habitábamos con mi familia; pero, actualmente, pido a Dios que me agraden siempre los lugares que su voluntad designe.

Mme. de Roys, su esposa, segunda aya de los hijos del duque, fue favorita de aquella bellísima y virtuosa duquesa de Orleans, que la Revolución respetó a pesar de haber destruido su palacio y de haber mandado sus hijos al destierro y su marido al patíbulo. M. y Mme. de Roys habitaban en el palacio real durante el invierno y en el de Saint-Cloud los veranos.

Yo me he visto a misma como si fuese ayer; jugando, niña inocente, entre las alamedas de Saint-Cloud; luego, más tarde ya, joven canonesa, rogando y cantando en el templo del cabildo de Salles, triste y pesarosa, cuando no emitía la voz como mis compañeras.

Ayer fui a oír misa a Bussiers e hice el camino a pie, aunque el trayecto es largo y malo y el tiempo estaba lluvioso, no sentí molestia alguna. Recuerdo mis buenos tiempos de niña y los paseos que hacía en compañía de mi padre y de mi hermana desde el castillo de Saint-Cloud al de Meudon. Ha muerto mi pobre tía, mi institutriz durante los años de mi infancia.

Emprendió también la fábrica, que no llegó a terminarse, del Paseo de Aguas y que, a juzgar por lo que aun se ve, habría hecho competencia a Saint-Cloud y a Versalles. Licencioso en sus costumbres, escandalizó bastante al país con sus aventuras amorosas.

Roussel no lo sospechó siquiera; sabía que era incapaz de faltar á un compromiso. Y sin embargo, ¿qué hacía? Resolvió seguirle, y una tarde en que Mauricio había salido por el camino de Saint-Cloud con el famoso álbum de las hojas en blanco, Fortunato se dispuso á ir de lejos en su seguimiento. Pudo sin dificultad no perderle de vista, porque el joven marchaba sin desconfianza.

Alfonso nos ha conducido hoy a Saint-Cloud en un cabriolé; es un sitio en el cual pasé la mayor parte del tiempo de mi niñez, cuando mi madre educaba a los hijos del duque de Orleans; en aquellos fui yo extremadamente feliz; salí de allí a los quince años, y desde entonces no había vuelto a ver aquellos lugares, a pesar de que tenía grandes deseos y muy gratos recuerdos de ellos.

Saint-Cloud había sido para ella su Milly, su cuna, el lugar en el cual todos sus primeros pensamientos e impresiones habían germinado, florecido, crecido y vegetado con las exuberantes plantaciones del magnífico parque. Los personajes que tuvieron más resonancia durante el siglo XVIII, quedaron en su memoria profundamente grabados. Mme. de Roys, su madre, fue mujer de gran mérito.