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Actualizado: 27 de junio de 2025


Penetran juntos en el jardín que el sol inunda con sus rayos ardientes, y respiran más libremente bajo la bóveda de verdor que los envuelve en su fresca sombra. Gertrudis se echa negligentemente sobre el banco de césped y coloca bajo su cabeza, a guisa de almohada, sus brazos, bruñidos por el sol.

Alain y yo al menos avanzábamos con gran trabajo, encorvados, estrellándonos la cabeza á cada paso, y haciendo caer sobre nosotros, á cada uno de nuestros pesados movimientos, una lluvia de rocío; pero la señorita Margarita, con la destreza superior y la flexibilidad propia de su sexo, se deslizaba sin esfuerzo aparente, á través de los intersticios de aquel laberinto, riendo de nuestros sufrimientos, y dejando negligentemente cimbrar tras ella las flexibles ramas, que venían á azotar nuestros rostros.

Si más exigiéramos, desde que nacen, de las compañeras de nuestra vida; si más reparásemos luego en la parte inmaterial de su naturaleza; si fuera más desinteresada la idolatría que nos inspiran; si nos respetásemos más á nosotros mismos y las respetásemos más á ellas en nuestros modales y discursos dentro del hogar; si les diéramos una importancia más grave y positiva que la que negligentemente y con intermitencia les damos, porque haya paz, ó por servilismo amatorio, la vida externa de las españolas correspondería á la superioridad sin rival de la vida de su espíritu.

Si el oído no escucha rumor alguno; si la vista no alcanza a calar el velo obscuro que cubre la callada soledad, vuelve sus miradas, para tranquilizarse del todo, a las orejas del algún caballo que está inmediato al fogón para observar si están inmóviles y negligentemente inclinadas hacia atrás.

Blanca no consentirá en casarse con el primero que se presente; quiere un marido... Que se parezca a ti; lo dice muy alto. Fue esto dicho negligentemente y sin la menor intención aparente, pero el tiro había dado en el blanco. Raúl aguzó el oído, y dijo tratando de leer en el pensamiento de su madre: ¿Decididamente, no tienes ninguna idea?

¡Palacio!... dijo con énfasis Derinho, escupiendo un charco de saliva enrojecida por el betel. Bien, respondió Tragomer, que divisó al centinela apoyado negligentemente en su fusil á la sombra de la garita. Cristián dió una moneda al guía y entró en el palacio. Una cuadrilla de penados estaba componiendo el techo de un pabellón y el vigilante, sentado en una viga, fumaba tranquilamente.

Una chaqueta y un pantalón de tela componían todo su atavío, y una corbata negra, negligentemente anudada, permitía ver un cuello nervioso que soportaba un rostro risueño y abierto.

Sirvieron el café; Jacobo habíase dejado caer negligentemente en una butaca, con la pierna derecha echada por encima del brazo de esta, y puéstose a fumar el exquisito cigarro puro que le ofreció el tío Frasquito.

Isagani parecía disgustado: le molestaban tantos ojos, tantos curiosos que se fijaban en la hermosura de su amada: las miradas le parecían robos, las sonrisas de la joven le sabían á infidelidades. Juanito, al divisarla, acentuó su joroba y saludó: Paulita le contestó negligentemente, D. Victorina le llamó. Juanito era su favorito, y ella le prefería á Isagani.

¿Y aún te atreves á hablar, vaca floja?... ¡Una mujer que sólo ha sabido darme hembras! Vergüenza debías tener. La misma mano que extraía negligentemente de un bolsillo los billetes hechos una bola, dándolos á capricho, sin reparar en cantidades, llevaba colgando de la muñeca un rebenque.

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