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Como los serafines, señó dijo el primo queriendo aprovechar el parentesco para introducirse en la fiesta. Las muchachas, repentinamente ariscas, como si les amagase algún peligro, se hacían atrás, negándose a aceptar el convite. Ya habían cenado, ¡muchas gracias!

Tenían a la verdad entrambos buen entendimiento pero sin más cultivo que el de su negociación, sin más letras que saber leer y escribir y sin más doctrina de su ley caduca ya y fenecida, que lo que bastaba para errar y perderse Sabían cuatro textos de la Biblia Castellana, más por tradición que por estudio, mal truncados, peor entendidos, a cuya letra querían estar tan asidos que negándose al espíritu de ella huían la vida que él les daba y abrazaban la muerte que en ella se proponían.

Así marchaba la razon humana en una direccion retrógrada, creyendo avanzar; así pensaba levantar el edificio de sus conocimientos, cuando no hacia mas que demoler; así queria llegar á un resultado científico, negando cuanto encontraba al paso, y negándose por fin á misma.

Y sobre ese plan, la maestra universal de cultura religiosa para las poblaciones semibárbaras de la Europa, a la caída del imperio romano, cegando todas las fuentes de nuevo pensamiento y los manantiales del antiguo, negándose a aprender nada en la ciega convicción de saberlo todo, confinada en el aislamiento intelectual de su propia doctrina, estancó en el culto de los muertos la cultura europea, y al influjo persistente del remanente de ignorancia y de barbarie correspondiente a la ausencia de las demás formas de cultura que ella misma había impedido, llevando en el pecado la penitencia, llegó a ser el más bárbaro de los poderes de Europa.

Por fin, a las tres de la mañana, cuando empezaba a romper el alba, me vi en mis habitaciones sin más compañía que la de Sarto. Contemplaba distraídamente el fuego; mi compañero fumaba su pipa y Tarlein se había retirado a descansar, negándose a dirigirme la palabra. Cerca de , sobre la mesa, se veía una rosa de las que Flavia había llevado al pecho aquella noche.

Beatriz desea que se celebre el enlace de Angélica y Razonte, pero para lograrlo ha de rescindir antes el contrato de casamiento, que se halla en poder de Don Héctor, negándose á hacerlo. Razonte se desespera y vaga, lamentándose, por lugares solitarios. Ocurre luego una escena de devoción católica, que forma el más extraño contraste con las divertidas que le preceden y subsiguen.

El recuerdo de sus flirts, que á estas horas se removían en sus camas cubiertos de vendajes, ansiosos de la presencia de lady Lewis, ó permanecían en un banco con los ojos inmóviles vueltos hacia el sol, negándose á pasear por faltarles el suave apoyo de su brazo, le hizo abandonar su asiento. «¡Adiós, príncipeLos enamorados la esperaban.

Su tía no le dejó pasar del exordio, negándose absolutamente a contratar ninguna clase de préstamo ni en las condiciones más usurarias.

A Clara, que estaba completamente desfallecida y con la cabeza debilitada, le parecía caerse á cada paso, y que el suelo se iba inclinando más cada vez, negándose á soportarla. Llegó á creer que nunca terminaba aquel descender precipitado, hasta que por fin sus pies pisaron en llano. Estaba en la calle de Segovia, y se le figuraba haber caído en un abismo.

Hasta los habitantes más antiguos de la Presa que permanecieron fieles al terruño, negándose á abandonar el pueblo arruinado, habían transmitido á los nuevos vecinos de Colonia Celinda la tradición de una mujer venida del otro lado del mar, hermosa y de poder fatídico, originadora de ruinas y muertes.