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Imágen es lo que representa, como semejanza; y yo pregunto, ¿cómo se sabe que exista esta representacion ó semejanza? ¿cómo se sabe que para entender, necesitamos una forma interior, que sea como un retrato del objeto? ¿Qué es retrato, cuando se sale del órden sensible? En el órden intelectual, hay semejanzas, pero en el sentido en que las tomamos en el órden material.

Era tan infeliz aquel muchacho, que cuando doña Carolina venía a llorarle alguna lástima, por su gusto le entregaría todo el dinero que había en la casa. ¿Para qué necesitamos nosotros tanto? decía a menudo a su esposa. Para nuestro hijo y para los que puedan venir respondía Carlota. Mario le apretaba la cara con entusiasmo.

Además, le sucede á ese prestigio lo que decía Napoleón de los grandes hombres y sus ayudas de cámara. Nosotros, que sufrimos y sabemos todos los infundios y vejaciones de esos pretendidos dioses, no necesitamos la prensa libre para conocerlos; hace tiempo que están desprestigiados.

Rosita le decía don Modesto , antes comía usted lo que un pájaro puede llevar en el pico, pero ahora está usted acreditando que lo que se cuenta del camaleón no es fábula. Ya ve usted respondía Rosita que gozo de perfecta salud, lo cual prueba que necesitamos muy poco para vivir y que todo lo demás es pura gula. En cuanto a su austeridad, había llegado a ser algo más que severa; era cáustica.

Un día, hace apenas tres, el señor alcalde vino a verme a mi casa, me llamó aparte y me dijo: Hermano cura, necesitamos mi familia y yo de la bondad de Vd., porque tenemos un asunto grave, y en el que se juega tal vez la vida de una persona que queremos muchísimo. ¿Pues qué hay, señor alcalde? le pregunté asustado.

Al reflexionar sobre la línea recta, sobre el ángulo, sobre el triángulo, podemos observar que nos basta su representacion imaginaria, y que no necesitamos ligar estos objetos con palabras. Lo mismo acontece al pensar en la unidad, ó en los números, dos, tres y cuatro, que fácilmente nos representamos sensiblemente.

¡Digno señor! exclamó el médico que se había adelantado hasta el pie del tablado, piadoso Sr. Dimmesdale, ¿sóis realmente vos? , , seguramente que . ¡Vaya! ¡Vaya! Nosotros, hombres de estudio, que tenemos la cabeza metida en nuestros libros, necesitamos que se nos vigile. Soñamos despiertos, y nos paseamos durmiendo. Venid, buen señor y amigo querido; dejadme que os conduzca á vuestra casa.

Basta haber estudiado el corazon del hombre para conocer que estas escenas no son raras; y que jugamos con nosotros mismos de una manera lastimosa. ¿Necesitamos una conviccion? pues de un modo ú otro trabajamos en formárnosla; al principio la tarea es costosa, pero al fin viene el hábito á robustecer lo débil, se allega el orgullo para no permitir retroceso, y el que comenzó luchando contra mismo con un engaño que no se le ocultaba del todo, acaba por ser realmente engañado, y se entrega á su parecer con obstinacion incorregible.

¿Pero cuántos hay de entre los que quieren saber llegan á ser lo que usted? ¡Uno entre diez mil y aun! ¡Psch! ¿y para qué más? contestó el viejo encogiéndose de hombros. Abogados los hay de sobra, muchos se meten á escribientes. ¿Médicos? se insultan, se calumnian y se matan por disputarse un enfermo... Brazos, señor, ¡brazos son los que necesitamos para la agricultura!