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Actualizado: 28 de junio de 2025
El Cincinato electoral, a quien anhelaba mover D. Acisclo, porque con él daba por indudable el triunfo, era el famoso amigo mío D. Juan Fresco, de cuyos labios sé esta historia, así como otras muchas no menos ejemplares, que contaré en lo venidero, si Dios me concede vida y salud.
Ella, tan débil, que apenas podía mover las manos, retorcía su armazón de huesos con la fuerza extraordinaria de la angustia, y tales eran sus impulsos, que la tía apenas podía contenerla entre sus brazos. Apoyándose en los talones se levantaba, doblándose como un arco, con el pecho abombado y jadeante, el rostro crispado y azul.
Si la contigüidad es una necesidad metafísica, supuesta la existencia de los cuerpos, se seguirá que moviéndose el cuerpo A en un sentido cualquiera, se han de mover tambien los contiguos, B, C; pero si suponemos que la contigüidad existe ya, no hay ninguna razon porque el A comience á moverse; luego no hay tampoco ninguna razon para que haya movimiento en los B, C.
El conoce tan bien que se le acecha, que no se atreve á salir de su morada, y muere allí temeroso de la muerte: la voluta, la porcelana, arrastran lentamente sus lindas habitaciones, escondiéndolas cuanto pueden; el casco sólo posee para mover su palacio un piecico chinesco, de suerte que casi renuncia á andar. Tal vida tal habitación.
Volvió la cabeza a estos gritos aquella señora, toda sobresaltada, y, no viendo quién las daba, se levantó en pie y fuese a entrar en el aposento; lo cual visto por el caballero, la detuvo, sin dejarla mover un paso.
Antes que Dios criase el mundo, el espacio existia. No es posible concebir que los cuerpos existan, sin espacio en que se extiendan. Antes de que existan, concebimos esa capacidad en que pueden colocarse: luego el espacio es eterno. No hay movimiento sin espacio; y en el primer instante de ser criados los cuerpos, se pudieron mover y se movieron.
El dependiente tenía un grano en el pescuezo, que no le dejaba mover la cabeza, y usaba onda pegada sobre la frente con goma de membrillo. ¡Qué asco dan estas ondas engomadas!
OTRO HOJALDRE. Se deshace un cuarto de kilo de mantequilla, se pone en un cazo con sal y una copita de agua; poco a poco se va incorporando un cuarto de kilo de harina y tres yemas de huevo, sin dejar de mover todo con una cuchara de madera; cuando se va formando la masa se saca a un mármol y se adiciona algo más de la harina, trabajándola mucho, se deja reposar media hora, se extiende con el rollo, y se rellena como el anterior.
Un juego en que dos señores se sentaban frente a frente, durante largo espacio de tiempo, sin proferir palabra y sin mover apenas las curiosas piezas de madera que entre sí tenían, y que se prestaban de manera tan admirable para jugar a los soldaditos; un juego así, repito, me parecía más apropósito para muertos que para vivos; y la contestación de Angustias fué convincente. Sí; continuó el ama.
Y a un segundo esfuerzo para incorporarse, se le erizó el cabello de terror; no había podido ni aún moverse. Ahora la sensación de plomo y el hormigueo subían hasta la cintura. Durante un rato el horror de morir allí, miserablemente solo, lejos de su madre y sus amigos, le cohibió todo medio de defensa. ¡Voy a morir ahora!... ¡De aquí a un rato voy a morir!... ¡Ya no puedo mover la mano!...
Palabra del Dia
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