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Actualizado: 16 de mayo de 2025


En efecto: siempre que un cuerpo se retirase, seria necesario que otro le siguiese, para no interrumpir la contigüidad; pero como estando todo lleno, no habria ninguna razon para que ningun cuerpo se apartase de otro, no habria tampoco ninguna causa de movimiento.

Si el movimiento del cuerpo A, no tiene otro orígen que la necesidad de que se continúe con B, tampoco el de C podrá tener otro orígen sino su contigüidad con B; el movimiento se hace únicamente para no interrumpirla, se infiere que, existiendo ella siempre, como absolutamente necesaria, no habrá ninguna razon para que el movimiento comience, ó comenzado dure.

La contigüidad no tiene mas ni menos; para ser todo lo que puede ser, le basta el que no haya distancia; es una verdadera negacion. Dos cosas pueden ser mas ó menos distantes: pero no pueden tocarse mas ó menos, con respecto á unas mismas partes. Lo que puede haber es contacto en mas puntos; pero mas contacto entre los mismos puntos.

La línea que consta de muchos puntos, no seria una, si estos puntos no tuviesen enlace de contigüidad, no contribuyesen á formar un objeto que nos causa una impresion, que está sometido á un acto de nuestro entendimiento.

En la idea de contacto, no entran las calidades relativas á los sentidos, ni tampoco las de la accion que uno de los cuerpos contiguos puede ejercer sobre el otro, como por ejemplo el impulso ó la compresion: la contigüidad es una idea negativa, puramente geométrica: no encierra nada mas que negacion de distancia.

Si la contigüidad es una necesidad metafísica, supuesta la existencia de los cuerpos, se seguirá que moviéndose el cuerpo A en un sentido cualquiera, se han de mover tambien los contiguos, B, C; pero si suponemos que la contigüidad existe ya, no hay ninguna razon porque el A comience á moverse; luego no hay tampoco ninguna razon para que haya movimiento en los B, C.

Porque en este caso, no pueden existir dos cuerpos separados: la ley de contigüidad, es una necesidad metafísica; y por consiguiente la aproximacion incesante de unos cuerpos á otros, es una perenne obediencia á esta necesidad. La velocidad de la aproximacion estará en razon de la velocidad con que se aparta el medio.

¡Qué han de enseñar...! exclamó don Guillén, riéndose alegremente . Comprendo, comprendo.... Quiere usted darme a entender que le he metido en el Seminario para un cuarto de hora solamente y que no desea usted dilatarse en este lugar ni un minuto más de lo imprescindible. Pues ya se ha cerrado la puerta a nuestra espalda. En las narices, en los ojos, en los oídos, en la lengua, en el tacto, en el alma, recibe usted una impresión de verdín, lo que en Pilares llaman verdín; ese moho fofo y viscoso que nace, junto con las lombrices de tierra, en los rincones húmedos, sombríos y silenciosos. Estaremos en uno de esos rincones un cuarto de hora justo; viviremos luego cien años, y no se despegará de nuestros sentidos aquella sensación de verdín, de cardenillo vegetal, de frío en los tuétanos y de contigüidad con exangües lombrices, dúctiles y ondulantes cirios de cera amarilla. Estos cirios eran, claro está, mis compañeros. Los más provenían de extracción humildísima, de las breñas y entrañas del terruño labriego; pertenecían a familias de aldeanos pobres, con el peculio preciso para pagar a uno de los varones la modicísima pensión del Seminario, por entonces poco más de una peseta diaria; eran de una raza intermedia entre la pura animalidad y un rudimento de especie humana. ¡Qué facies y qué cogote, señor...! Había colodrillos perfectamente planos y obtusos, en cuya intimidad no era posible que cupiese un cerebelo. Otros colodrillos eran exageradamente apepinados y piramidales. Yo me preguntaba: ¿Dónde se les va a situar a éstos la tonsura, si no tienen espacio? Algunos de los dueños de estos colodrillos se sientan hoy a mi lado en el cabildo catedral; todos ellos están revestidos de autoridad, e imperan, en alguna medida, sobre el régimen privado de las familias y el régimen público de la sociedad. Lo curioso es que aquellas selváticas y fornidas criaturas, de frente angosta, cejas unidas, ojos montaraces y piel bronceada, apenas entraban en el Seminario adquirían el color incoloro y exangüe de la lombriz y de la cera. Y lo cierto es que, aunque muy mal (garbanzos agusanados, lentejas entreveradas con guijas, sebáceos pendejos de carne, queso ratonado, avellanas y nueces vanas), comían mejor que en sus casas. ¡Inexplicable fenómeno!

Lo mismo existe la negacion del contacto entre dos superficies que disten entre una millonésima de línea, como un millon de leguas. Esta negacion pues, nada explica, deja subsistente la misma dificultad. Si se pregunta en qué consiste la contigüidad de dos superficies, lo explicamos por la inmediacion; decimos que se tocan porque no hay nada entre los dos, porque no hay distancia.

En un instante cualquiera, aun supuesto el movimiento, la contigüidad ó el lleno existirán; pues el estado de la cuestion supone que esta condicion nunca falta como metafísicamente necesaria; luego nunca habrá razen para que el movimiento prosiga, pues en todos los instantes imaginables, no habrá motivo para que continúe.

Palabra del Dia

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