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Actualizado: 17 de junio de 2025


Un barómetro enorme, dorado y con vistosos adornos, regalo de Sánchez Morueta, era el único objeto notable y el que más estimaba el capitán, pues, por sus hábitos de hombre de mar, siempre se estaba preocupando del tiempo. Tenía muchas ganas de verte dijo Iriondo, ocupando de nuevo su sitio ante la mesa. ¡Las veces que he pensado en ir á pasar un día en las minas! Allí hay caza ahora, ¿verdad?

Marido y mujer vivían en aislamiento moral: él buscando consuelo fuera de casa, en amores vergonzosamente ocultados; ella dedicándose á la devoción. Sánchez Morueta interrumpió estas consideraciones de su primo, como si ansiase decirle toda la verdad. Así era él también: necesitaba amor y amaba. Ya que la alegría de la vida no entraba en su casa, la había buscado fuera de ella.

¡El ahorro! exclamó Aresti. ¡Ahorrar y enriquecerse, teniendo unos cuantos reales de jornal, y viviendo rodeados de gentes de su misma clase que les explotan en el alimento y en la casa!... Eso no intervino Sánchez Morueta, con autoridad. Ya sabes, Luis, que no estoy conforme con tus ideas. El obrero español es víctima de la imprevisión.

Y las señoras de Gallarta, las esposas de los contratistas, antiguas aldeanas que se aburrían en sus flamantes chalets construidos en las afueras del pueblo, sentían enfermedades nunca sospechadas en tiempos anteriores, sólo por el gusto de hablar con el doctor, que á más de su ciencia llevaba con él algo de la grandeza de Sánchez Morueta y de las altas clases de Bilbao hasta las cuales soñaban con llegar algún día.

El Mediterráneo le inspiraba desprecio, con sus puertos como Alejandría y Nápoles, verdaderos pudrideros de todo el detritus de Europa. «Desde Gibraltar a Suez decía , ladrones a la derecha y a la izquierda. Antes robaban en el mar, y ahora esperan en los puertosSu amistad con Sánchez Morueta, que databa de la infancia, le había proporcionado un retiro en tierra.

Ya les ahorras esa molestia enviándolas mismo á donde ellos las aguardan. Les cierras la puerta de tu hotel, pero antes les entregas la familia.... Me has repetido lo mismo varias veces: son ilusiones tuyas. Ya conoces mi carácter. He dicho que no entran y no entrarán. Sería un buen golpe para ellos apoderarse de Sánchez Morueta; pero pierden el tiempo.

El despacho de los ingenieros en los altos hornos de Sánchez Morueta, ocupaba el segundo piso de un edificio de moderna construcción, con las paredes exteriores ennegrecidas por el humo de las chimeneas que se alzaban entre aquél y la ría.

Fernando, más tranquilo después de las palabras de su novia, hablaba del por venir. Trabajaría; ¡quién sabe hasta dónde puede llegar un hombre! Desde que estaba enamorado, sentíase con nuevas fuerzas para el trabajo. Bullían en su pensamiento ciertas invenciones industriales, que, de realizarse, darían nuevas ganancias á Sánchez Morueta.

Los dos hombres quedaron mirándose en silencio largo rato. ¿ aquí?... Y Aresti encerraba en esta exclamación toda la fuerza de su asombro. Sánchez Morueta sonrió de un modo que su primo no había visto nunca en él. Era una expresión de resignada modestia, de decaimiento de la voluntad.

Me quiere, Luis, me quiere interrumpió el millonario apresuradamente. ¿Por qué había de fingir? Si hubiera sabido quién era yo cuando la conocí, aún podría dudar. Pero en nuestros primeros tiempos de amor me creía un hombre de corta fortuna. Tardó mucho á saber que era yo Sánchez Morueta.

Palabra del Dia

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