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Actualizado: 29 de mayo de 2025


Hermanas mías, ¿me perdonan vuestras caridades el pecado de haberme distraído durante la misaEn fin, hijo: que las traía fritas a perdones. No cómo me aguantaban. Después pasaba al extremo opuesto. Había temporadas en que le daba por ser mala y mortificar a todo bicho viviente. Las niñas le temblaban. Armaba riñas entre las hermanas. Era el genio malo del convento.

Al único que quería él era a Juanito; con los hijos de Pajares mostraba siempre cierta ironía, sin duda para darse el gusto de mortificar a su hermana. Juan, quédate en el salón mientras yo voy a la cocina a vigilar los preparativos. Vosotras, niñas, entretened al tío. Ahora verás cuánto ha adelantado Conchita en el piano.

Lo veía viviendo a expensas de las relaciones fortuitas y pensando en volver a la casa para divertirse en mortificar a su hermano mayor como antes.

¿Y qué? exclamó ella con violencia. ¿Porque es mi madre me ha de mortificar a todas horas y en todos los momentos?... ¡Si cree que yo lo voy a sufrir, está bien equivocada! ¡Anda, que la sufra ese mastuerzo, que para eso le saca los cuartos!... Aquí ya no hay mimos más que para él... Mira, Gonzalo, si quieres que seamos amigos, no me toques más esa tecla.

Ya en lo alto de la muralla, dejaron de mortificar al héroe, y llevado en hombros, su paseo por delante de las barracas fue un verdadero triunfo. La espada de D. Pedro quedó abandonada en el suelo. Era según antes he dicho, la espada de Francisco Pizarro. A tal estado habían venido a parar las grandezas heroicas de España. Lord Gray y yo con otros dos, nos habíamos quedado en la playa.

Revelábase en ella el desprecio á la carne, de los devotos fervientes; el abandono físico, la suciedad cantada como mérito celestial en la vida de muchos santos. Deseaba mortificar su carne, y su hija la veía en la mesa repeler los mejores platos, los que en otros tiempos eran más de su gusto, afirmando que ahora le repugnaban.

¡Uf, el convento!... Mira, si me hubieses abandonado, entraría en él otra vez a mortificar a las niñas, como la hermana Desirée. Ahora comprendo que nosotras estábamos pagando el mariposeo de algún gallego francés. Antes de partir para París, donde contábamos pasar otros quince días, hice una cosa que me va a enajenar la simpatía del lector, si por casualidad he logrado alcanzarla.

Tan temprano, y ya me tiene V. arreglado el cuarto. ¡Toma, porque se lo ha mandado mi madre! dijo Adolfo desde un rincón, con deseo de mortificar a su prima; pero ésta contestó muy naturalmente: Es verdad, me lo ha mandado mi tía en cuanto V. salió. ¿Y haces tan prontito lo que te mandan como ella? dijo Miguel encarándose con el chico.

La primera división la mandaba Reding; la segunda, Coupigny, y la tercera, Jones; la reserva estaba a las órdenes de D. Juan de la Peña, y mandaban destacamentos sueltos, de mil hombres poco más o menos, en calidad de tropas volantes para mortificar al enemigo, D. Juan de la Cruz, el marqués de Valdecañas y D. Pedro Echevarri, que después fué uno de los más famosos polizontes de la reacción.

Cuando rezaba se complacía en bajar y subir la expresiva mirada, como jugueteando con los párpados, gozándose en dar alternativamente luz y sombra a los que la rodeaban. En sus relaciones con el gran mundo, tenía ese tacto supremo que sabe mortificar sin ofender, que consiste en admirar a las gentes virtuosas sin comprometerse a imitarlas ni indisponerse jamás con los que pecan.

Palabra del Dia

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