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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Yo me siento aquí tan a «mon aise», como si estuviese «chez moi» decía el gascón. Siempre me encontré bien en España, porque si los españoles son un poco orgullosos, también son valientes, valientes como los mismos franceses. ¡Y nunca vi mujeres más lindas que las de España!
Los tres ostentan la clásica casaca de palmas verdes, que les da cierto aspecto de loros, aquella casaca tan anhelada por de Vigny, que el día de su recepción, encontrando en los corredores de la Academia a Spontini, con palmas hasta en la franja del pantalón, se echó en sus brazos exclamando: Ah! mon cher Spontini, l'uniforme est dans la nature!
Pero doña Cristina levantó la voz un poco más, como si tuviese que hacer un esfuerzo para soltar algo penoso y Pepita la oyó decir con gran dificultad, vacilando á cada sílaba «Mon... gros... loup... cheri...» No: aquello no iba con ella... ¿Pero por qué decía su madre tales cosas? ¿Qué lobo era aquel, en francés, que su madre llevaba tan trabajosamente hasta los oídos del buen Padre?
Adriana sintió suspirando y con una secreta exaltación de júbilo que dos lágrimas le ardían bajo los párpados: "Oh mon fiancé, souffres-tu, dit elle, Quand le vent d'hiver gémit dans le bois, Quand la froide pluie aux tombeaux ruisselle? Pauvre ami couché dans l'ombre éternelle, Entends-tu ma voix?"
La expansión, dulcemente truhanesca, que le llamaba con los vulgares nombres de petit coco ó mon gros cheri, hacíale sonreír juvenilmente bajo su barba venerable. Era una pasión que alegraba el ocaso de su vida, que resucitaba su alma casi en las puertas de la vejez.
Pero desde luego aseguro que con mi ballesta hago yo lo que ninguno de vosotros con el arco. ¡Bien dicho, mon garçon! exclamó Simón. El buen gallo canta siempre alto. Pero á los hechos me atengo y como yo he practicado muy poco con el arco en estos últimos tiempos, ahí está el viejo Yonson, que sabe hacer bien las cosas y sostendrá contra vos el honor de la Guardia Blanca.
¡Bravo, mon garçon! gritó el arquero riendo á carcajadas. Ya sabía yo que de haber un hombre en el corro no me costaría trabajo descubrirlo. ¿Conque tú quieres abofetearme, eh? Pues mira, otra cosa te propongo. Una lucha en regla. No á puñadas, porque yo tengo mi plan y no quiero echar á perder esa cara de pascua que Dios te ha dado.
Descuidad, Simón, seré prudente. No busques el peligro, mon petit, y espera á tener la muñeca algo más sólida. Oye; esta noche nos reuniremos algunos amigos en la Rosa de Aquitania, á dos puertas de tu hostería de la Media Luna, y si quieres vaciar un vaso en compañía de simples arqueros ¡bienvenido!
Su primer destino se lo dio Mon, y estuvo en Hacienda con ciertas alternativas hasta el periodo largo de la Unión Liberal.
Esos campeones que yo admiro son los modestos servidores de Dios que mortifican la carne para dominar el espíritu. Los admiro y los respeto. Sea en buen hora, mon petit, y nadie te lo ha de impedir mientras yo ande cerca. Para predicador no tienes precio.
Palabra del Dia
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