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Actualizado: 11 de mayo de 2025


Con esto, estaba misia Casilda tan agitada, que su cara de muñeca se había encendido, hasta el punto de hacer dudar de su aserto. Pero, Casilda dijo don Pablo Aquiles, es nuestra hermana, ¿podremos negarlo? , lo niego; el parentesco no lo hace la sangre, sino el cariño, ¿qué quieres? yo soy así.

Explícate, Casilda, explícate dijo ansiosamente. ¿Estás loca o estoy yo idiota? Y misia Casilda habló, con esa incoherencia de las grandes emociones.

Lo demás, que no es poco, lo pagará el inglés, hombre honradísimo, víctima de las calaveradas de ese mocoso, a quien he de arrancar las orejas. Misia Gregoria, estupefacta, no encontraba palabra que decir.

Y los trajinantes de la Cordillera, al navegar por este océano de tierra roja, peñascos metálicos y dormidos lagos de borato, discernían con su justiciero espíritu la verdadera propiedad del largo camino. «Todo esto es de los marqueses que viven en Salta.» Y los marqueses eran los Vargas del Solar. Es nuestro y muy nuestro continuó Misiá Zobeida . Allá en nuestra casa guardamos los papeles.

Yo espero que misia Melchora, heredera de toda esta tradición, que ella sabe mantener tan dignamente, hallará buenas mis razones y guardará un poco de simpatía para esta pobre muchacha. Te abraza con todo su corazón. =Inés= Indudablemente, esta Inesilla no vive en nuestra época. Y ello nos va a proporcionar a todos bastantes disgustos. Pocas veces sufro de tedio.

La filípica continuó en este tono largo rato, y el muchacho ni se movía, ni hablaba: misia Casilda usó de todas sus armas, y trató de herirle en su amor propio, en su dignidad, en medio del corazón, que ella conocía tan tierno, a pesar de todo.

Aquí misia Casilda dejó de mirar sus manos, y se puso pálida, muy pálida. Y ¿qué hiciste? preguntó ansiosa; cruzarías la calle, sin mirarlas. Me quedé plantado contestó don Pablo Aquiles. La señora protestó. Siempre había de ser el mismo.

Es lo que él había hecho. Dió un nuevo revés al gorro y se lo echó a la nuca. De modo... dijo misia Gregoria, que no podía respirar.

Todo, según ellos, no había sido sino una trama urdida por la Casilda, que era una intriganta desvergonzada, para ver de meter al muchacho en la casa y luego colarse ellos; pero la habían descubierto el juego y ya estaba aviada, la muy tal, etc., etc. Como yo la encuentre decía misia Gregoria, le zampo una buena fresca, y si me apura mucho, le pongo las manos en la cara.

Pero ya misia Casilda había cogido la lámpara, y dijo que iría al cuarto, a ver... Quizá, el joven había vuelto y no lo sabían; la señora delante, alumbrando, don Pablo detrás, y la india de escolta, subieron la escalerilla, defendiéndose del viento huracanado, que quería matar la luz.

Palabra del Dia

bagani

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