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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Todo esto es muy bello, sin duda dijo el señor de Maurescamp, enderezándose dentro de su corbata , pero es puramente novela... ¡Siempre ese miserable espíritu de romanticismo que les pierde a todas!
Ramón sintió que se le helaba la sangre de horror y de vergüenza... Su madre se puso a llorar... Y exaltándose más y más en su dolor, repetía el señor: ¿Cómo has podido hacer eso, miserable? ¿Cómo has podido dejar de llamarnos a tiempo siquiera, canalla, desagradecido?
Entonces, ¿qué? ¿Le llamaremos a Machín? Me parece lo mejor. ¿Al padre? Al padre y al hijo. Se les explica lo que pasa y veremos las condiciones que ponen. Bueno, pues les llamaremos. Presencié la entrevista en la cocina. Era una escena triste, daba una idea bien miserable de la humanidad. Machín padre y Machín hijo estaban los dos arrimados al fuego en la cocina.
Así es respondió el mediano ; pero yo he dicho verdad en lo que he dicho; porque mi tierra no es mía, pues no tengo en ella más de un padre que no me tiene por hijo y una madrastra que me trata como alnado; el camino que llevo es a la ventura y allí le daría fin donde hallase quien me diese lo necesario para pasar esta miserable vida. Y ¿sabe vuesa merced algún oficio? preguntó el grande.
No hay nada más vacío, más inquieto y más miserable que la existencia de una mujer que sólo vive para el placer. La ambición que la había sostenido desde su matrimonio, comenzaba ya a abandonarla; era como la caña hendida que se doblega bajo la mano del viajero.
Calla, calla, Genoveva, no digas eso; no soy más que una miserable pecadora; mucho más miserable de lo que tú te figuras.
¡No, no tendría el hijo! ¡Miserable! ¡No lo merecía! Renunciaba a la ventura. Pero si no la felicidad, podría tener el arrepentimiento verdadero. ¿Por qué no aspirar a la perfección moral y llegar en este camino adonde se pudiera?
Continuaba visitando al mayorazgo de vez en cuando, pero huía de toda conversación metafísica. La salud de D. Álvaro empeoraba a ojos vistas desde la llegada y súbita partida de su esposa. Su tristeza, su estado miserable le inspiraban cada día más compasión. El horror que antes sentía hacia él había desaparecido.
Me precipito hacia ella; querría acariciarle los cabellos, pero mi valor no da para tanto. Le pregunto qué es lo que la apena, si no quiere tener confianza en mí, y otras cosas por el estilo. ¡Ah! ¡soy el ser más desamparado, más miserable del mundo! exclama con un gemido. ¿Y por qué? Quiero hacer una cosa... una cosa terrible... y no tengo valor para ello. ¿De qué se trata?
22 Porque con el hombre interior, me deleito con la ley de Dios; 23 mas veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. 24 ¡Miserable hombre de mí! ¿Quién me librará del cuerpo de esta muerte? Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, pero con la carne a la ley del pecado.
Palabra del Dia
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