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Actualizado: 6 de octubre de 2025


Hará usted bien dijo el médico con zumbona gravedad, recordando las ligerezas de la niña al verse libre en las minas, después de las pudibundeces del colegio. Esos señores son aquí los únicos que pueden cargar con ella. Llegaron á la cantina de Tocino, una casa aislada, de mampostería, con un gran mirador de madera.

A las tres de la tarde hallábase abierto de par en par el mirador de cristales del gabinete que ya conocemos, y el sol entraba a raudales, llenándolo todo de luz, de colores y de reflejos. La marquesa amaba el sol y el aire con la pasión con que los aman los pobres, y odiaba ese misterioso y coquetuelo petit jour en que se refugian las beldades trasnochadas para ocultar los estragos del tiempo.

Los balcones tan tristes como siempre. ¡Ah!... sale al mirador Barbarita para hablar con la rata eclesiástica... 'Adiós, adiós... vengo de dar mi paseíto... Estoy muy bien, hoy no me he cansado nada.... ¡Qué mentira tan grande he dicho! Me canso como nunca. Ahora, escalera de mi casa, benévola conmigo. Subamos... ¡Ay, qué corazón, maldito fuelle! Despacito, tiempo hay de llegar arriba.

Para saber lo que es Lóndres ese mar de casas, de humeantes chimeneas, de torres y fábricas, de parques y jardines, de coches, carros y almacenes, de moles gigantescas salpicadas de niebla, por cuyo centro se desliza el Támesis, cubierto de navíos y botes como un largo arrecife de millares y millares de rocas multiformes; para comprender la grandeza de ese mar artificial, repito, es preciso subir á las cúpulas de San Pablo ó del «Coliseo» y hundir la mirada, pasmado de admiracion, entre Dios y el hombre, el cielo y la tierra, el horizonte y la pequeñez del balcon que sirve de mirador.

Los primeros son el nocturno sublime de la muerte; los segundos, el bullicioso allegro de la vida. El crepúsculo vespertino, visto desde un mirador, es sumamente bello; contemplado en regiones intertropicales desde el puente de un buque, es altamente conmovedor. Ningún espectáculo produce tanta admiración como ver por primera vez la caída de la tarde en medio de las inmensas soledades del Océano.

A los pocos instantes, Yuba-Bill andaba ya atareado, como Caliban, en llevar trozos de leña para aquella Miranda; el correo molía café en el mirador; a me fue asignada la delicada tarea de cortar tocino, y el juez ayudó a todos con sus bienhumoradas y atinadas observaciones.

La verdad es que el no saludar o no haber siquiera esperado el saludo del joven, no había estado bien hecho después de sus francas explicaciones y de la amabilidad que con ella había usado mostrándole la rica colección de sus mariposas y ofreciéndosele tan finamente. Al día siguiente salió también a pie y reparó la injusticia del anterior clavando con fijeza su vista en el alto mirador.

Poco a poco se fué operando, sin embargo, en aquella asamblea el fenómeno químico de la afinidad electiva. El duque se vió rodeado, en una berlina o mirador que había en la trasera del coche, de varios personajes de la banca y la política.

Desde allí dominábamos toda la ciudad, el puerto hasta la punta de la atalaya, y el mar. Veíamos, a lo lejos, las lanchas cuando entraban y salían, y por delante de nuestra casa pasaba la diligencia de Elguea, que se detenía en la fonda próxima. En el mirador central de esta casita nuestra, transcurrieron los primeros años de mi infancia.

La cigüeña zancuda inmigra de Oriente o de Africa, y busca el nido en el viejo torreón o en el alto mirador de la alquería. Tal vez allí la rubia y joven campesina alemana le puso al cuello, antes de que se fuese, una cinta con algún romántico letrero. Cuando vuelve, se pasma la muchacha de ver que le contesta algún muftí del Cairo o algún santón de la Meca con otro letrero escrito en arábigo.

Palabra del Dia

aprietes

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