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Actualizado: 31 de mayo de 2025
44 El que huyere del miedo, caerá en el hoyo; y el que saliere del hoyo, será preso del lazo; porque yo traeré sobre él, sobre Moab, [el] año de su visitación, dijo el SE
Nunca había tenido ocasión de acercarse a ella, y aunque la hubiera tenido, tal vez no la aprovechara, porque temía ser despreciado; con la máscara puesta, ya era otra cosa; no estaba embarazado por el miedo; se sentía con fuerzas bastantes para decirle en voz alta: Te adoro, Lucía, te adoro... te adoro... te adoro...
-Mire, señor -decía Sancho-, que aquí no hay encanto ni cosa que lo valga; que yo he visto por entre las verjas y resquicios de la jaula una uña de león verdadero, y saco por ella que el tal león, cuya debe de ser la tal uña, es mayor que una montaña. -El miedo, a lo menos -respondió don Quijote-, te le hará parecer mayor que la mitad del mundo.
"Dos somos, salgan dos, tres, cuatro, luego De aquellos que presumen ser valientes, Que por temor ó miedo, ni por ruego No habernos de afrentar á los parientes." Al punto que esto oyeron, como un fuego Saltaron dos mancebos diligentes, Inciso y Espeluca, sus espadas En las bravosas manos empuñadas.
Un sinnúmero de coches particulares y de berlinas de punto cubrían más abajo la ancha carretera, galopando en dirección a la plaza; y al través de ellos, dejándolos atrás en seguida, corrían desbocados los ómnibus, mientras los que iban encima, sin miedo a estrellarse, embriagados por la carrera vertiginosa, saludaban con gritos de alegría a los que iban dejando en pos de sí.
El marino levantó su bastón, pero antes de que pudiera lanzarlo se sintió con el brazo inmovilizado por dos manos nerviosas. Freya se apretaba contra él, con el rostro pálido y los ojos dilatados por el miedo y la súplica. ¡No, capitán!... ¡Déjala!
El miedo y la distancia ennegrecían todos los colores, y unos y otros convenían en que Madrid debía de estar a aquellas horas convertido en un charco inmenso de sangre.
Está loca, Marta; ¿acaso tenéis la culpa de que ese bribón de Federico haya tenido la idea de reaparecer de repente? Vamos, vamos, reíos de la injusticia de la condesa y volved a vuestro cuarto. No me atrevo dijo la viuda con verdadero miedo ; me haría echar a la calle por los sirvientes. Mathys la tomó la mano y la arrastró, diciendo con gran agitación: ¿Echaros a la calle?
La dama dio un chillido, y una nube de espeso polvo se desprendió al mismo tiempo, y dos murciélagos salieron de entre los pliegues del brocado y comenzaron a revolotear de una a otra parte. ¡Germán! gritó Currita muerta de miedo.
Todos reconocían que «aquel tío sabía mucho», y sin título de maestro ni miedo á que nadie se acordase de él para quitarle una escuela que no daba ni para pan, iba logrando á fuerza de repeticiones y cañazos que deletreasen y permanecieran inmóviles todos los pillos de cinco á diez años que en días de fiesta apedreaban á los pájaros, robaban la fruta y perseguían á los perros en los caminos de la huerta.
Palabra del Dia
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