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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Y el Mango Capac agradescióselo, y paresciéndole bien el sitio y asiento do agora es en esta ciudad del Cuzco la casa y convento de Santo Domingo, que ántes solia ser la Casa del Sol, como adelante la historia lo dirá, hizo allí el Mango Capac y su compañero, y con el ayuda de las cuatro mujeres, una casa, sin consentir que gente Alcaviza les ayudase, aunque los querian ayudar; en la cual casa se metieron ellos dos y sus cuatro mujeres.
Notaron, sí, de súbito, una cosa inexplicable y fenomenal. Todas las figurillas del Nacimiento se movieron, todas variaron de sitio sin ruido. El coche del tranvía subió á lo alto de los montes, y los Reyes se metieron de patas en el arroyo. Los pavos se colaron sin permiso dentro del Portal, y San José salió todo turbado, cual si quisiera saber el origen de tan rara confusión.
Pasada la laguna, se metieron Los soldados, y gente que venia, Por la montaña adentro, y padecieron Trabajo caminando en demasia. Al fin al puerto, pues, todos vinieron, Pasado en caminar el cuarto dia: Juan Ortiz por la mar viene, y navega Dos dias, y tambien al puerto allega.
26 Lo demás de sus hechos, y todos sus caminos, primeros y postreros, he aquí ello está escrito en el libro de los reyes de Judá y de Israel. 27 Y durmió Acaz con sus padres, y lo sepultaron en la ciudad de Jerusalén; mas no le metieron en los sepulcros de los reyes de Israel; y reinó en su lugar Ezequías su hijo.
La reunión se disolvió apretándose todos la mano cordialmente y felicitándose con calor por el éxito lisonjero de sus gestiones. Pero Osorio y Clementina se metieron en su coche serios, cejijuntos, y no se hablaron en todo el camino una palabra. Sólo al llegar a casa murmuró la esposa con acento colérico: ¡Ya veremos en qué para la comedia!
Se había visto pasar á Tragomer y en este momento se daban indicios ciertos sobre la dirección que había tomado á aquellos ojeadores de caza humana. Ganemos la punta del promontorio y ocultémonos en las rocas, dijo Cristián. Avanzaron rápidamente y se metieron en una pequeña gruta, donde pudieran respirar, ver y escuchar por unos instantes.
Gritó la moza, bajó el bachiller, Dios solo sabe en qué apariencias, metieron adentro a Cervantes, y desnudáronle y acostáronle. Contoles Cervantes lo que le acontecía, y con tal encarecimiento de dolor y de desesperación, que no parecía sino que para él todo en el mundo había acabado.
Su propósito era seguirlas; pero apenas pisaron la calle se metieron en el coche que estaba aguardando. No debió de quedarse tan triste ni asombrado aquel hidalgo de la leyenda que vio ante sus ojos pasar su propio entierro, como quedó don Juan mirando alejarse rápida mente la berlina Cristeta iba encogida y como acurrucada en el fondo del coche, medrosa por lo que acababa de hacer.
Pues que quise que no, aquí me metieron... Ya me habían metido antes; pero no estuve más que una semana, porque me escapé subiéndome por la tapia de la huerta como los gatos». Esta historia, contada con tan aterradora sinceridad, impresionó mucho a la otra filomena.
Las cosas, que tenian ofrecidas A los nuestros, con ellos se metieron En la barca con flechas muy crecidas, Y en trueco de rescates las vendieron. Sus carnes, de aire y sol ennegrecidas, Algunos españoles las cubrieron; Que estima esta nacion mucho cubrirse, Y
Palabra del Dia
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