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Actualizado: 2 de junio de 2025
Esta nueva entrevista la primera, puede decirse, que me dio entrada en el castillo de Trembles tampoco ofreció nada memorable, y de ella no hablaría, a no ser porque me cumple decir dos palabras con respecto a la familia del señor Domingo.
Otras muchas barrabasadas hacía para matar el fastidio y hacerse aplaudir de sus compañeros, pues le gustaba, como a todos los traviesos, oír los encomios de sus atrevimientos. Pero su mayor lucimiento provino de una memorable invención suya, con la cual alcanzó aplausos y lisonjas, que traspasando el círculo del colegio, llegaron al público.
Al despedirse de ellos tropezó con Mercedes la Cardenala, á quien no había vuelto á hablar desde la memorable noche en que Soledad fué á buscarle á su casa. Como el buen humor le retozaba en el cuerpo, se aventuró á detenerla, saludándola con afectuosa expansión. La muchacha, sorprendida de aquel arranque, estuvo fría, circunspecta y no dejó de mortificarle con algunas palabritas amargas.
Y de idea en idea, de imagen en imagen, Azorín ha recordado haber visto en el Boletín del Ateneo de Madrid, del año 1877, algo referente a su tío Verdú. Sí, sí; lo recuerda bien. Se discutió aquel año sobre la poesía religiosa; fue una discusión memorable.
Lo más extraño, lo más admirable era aquello... sus visiones de la noche memorable del concierto, de aquel concierto en que nacieron gran parte de las desdichas de su casa, la corrupción al por mayor metida en ella.
En la noche de aquel memorable día, y cuando la jaqueca se le calmó, pudo enterarse Maxi de que su hermano había ido a la calle de Pelayo, y de que sus impresiones «no habían sido malas» según declaración del propio cura.
En este libro memorable habla su autor de su odio á las aves nocturnas y de la libertad que dió al loro que una prima suya tenía encerrado en una jaula; y asegura que los pájaros sostienen entre sí largas conversaciones, y que él mismo había aprendido el arte de entenderse con ellos; añadiendo otros muchos pormenores donosos á propósito del severo proceso que las aves incoaron contra él, y del que salió libre y sano merced á la bondadosa intervención de cierta urraca amiga suya.
Sigue el diario conteniendo detalles minuciosos y demasiado íntimos que se relacionan únicamente con la vida doméstica. 6 de octubre de 1801. ¡Cómo pasa el tiempo! Hoy es para mí una fecha memorable. ¡Doce años han transcurrido! Lo recuerdo perfectamente. Era aquel famoso 6 de octubre, tan fatal para la real familia de Versalles, y yo me encontraba entonces en Chatou junto con mi madre.
O nunca vista memorable hazaña, Dina de anciano y valeroso pecho, Que no solo á Numancia, mas á España Has adquerido gloria en este hecho! Con tu viva virtud, y heroica, estraña Queda muerto y perdido mi derecho: Tú con esta caida levantaste Tu fama, y mis victorias derribaste.
A lo que el duque dijo: -Sancho amigo, la ínsula que yo os he prometido no es movible ni fugitiva: raíces tiene tan hondas, echadas en los abismos de la tierra, que no la arrancarán ni mudarán de donde está a tres tirones; y, pues vos sabéis que sé yo que no hay ninguno género de oficio destos de mayor cantía que no se granjee con alguna suerte de cohecho, cuál más, cuál menos, el que yo quiero llevar por este gobierno es que vais con vuestro señor don Quijote a dar cima y cabo a esta memorable aventura; que ahora volváis sobre Clavileño con la brevedad que su ligereza promete, ora la contraria fortuna os traiga y vuelva a pie, hecho romero, de mesón en mesón y de venta en venta, siempre que volviéredes hallaréis vuestra ínsula donde la dejáis, y a vuestros insulanos con el mesmo deseo de recebiros por su gobernador que siempre han tenido, y mi voluntad será la mesma; y no pongáis duda en esta verdad, señor Sancho, que sería hacer notorio agravio al deseo que de serviros tengo.
Palabra del Dia
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