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Actualizado: 10 de junio de 2025


Acercó entonces Melín su silla a la ventana, y contempló la ciudad de Wingdam, a la sazón pacíficamente dormida bajo sus duras siluetas y chillones colores, armonizados por la luz que la luna derramaba sobre el panorama. En medio del nocturno silencio, oíase el murmullo del agua en los canales y el suspiro del aire en los pinos de la selva vecina.

Acababa de dejar a unos compañeros de diversión, así es que, de momento, no observó la gravedad del grupo, pero golpeó amistosamente por la espalda al hombre más próximo, y se echó en una silla que vio libre. ¡Acabo de oír la cosa mejor del mundo, muchachos! ¿Conocen ustedes a Melín? ¿El de allá abajo, Joaquín Melín, el hombre más divertido de Bar?

Su habitación está al otro extremo del edificio. Hace más de seis meses que no hemos vivido juntos ni nos hemos visto, fuera de las horas de comer. ¡Qué triste papel para el cabeza de familia! ¿verdad? dijo con forzada risa; pero me alegro de verte, Jacobo, me alegro inmensamente de verte. E inclinose sobre el borde de la cama, para estrechar la mano de Melín, que permanecía mudo.

Un halcón que acababa de devorar a su apresada víctima, se fijó en Jacobo Melín con sorpresa porque debió reconocerle probablemente un cierto grado de parentesco, al mismo tiempo que la superioridad del hombre, ya que con una capacidad superior para la rapiña, a él no le era dable entonar canciones. De nuevo don Jacobo en el camino real, emprendió otra vez rápida marcha.

La primera era un as; la suya un rey. Barajó y cortó. Esta vez al dummy le tocó una sota y a él un cuatro. Animose para la tercera vuelta. Le tocó a su adversario un as y sacó otra vez un rey para . De tres, dos dijo Jacobo en alta voz. ¿Qué es eso, Melín? preguntó Moreno. Nada. Probó después Melín la suerte con los dados, pero siempre tiró a seises y su supuesto adversario a ases.

Cuando menos, será un placer para no verte ocupar este sitio. El confidente titubeó y consintió al cabo, sacando del bolsillo una baraja. Revolviola, mirando de soslayo a la cama. Pero Moreno tenía la cara vuelta hacia la pared. Cuando Melín hubo barajado, cortó y puso una carta al lado opuesto de la mesa, hacia la cama, y otra a su lado en la mesa destinada a él.

Es verdad dijo, después de un momento de reflexión, es realmente una especie de cuadrúpedo, algo tiene de animal, no puede negarse. Y frunció el ceño, como en dolorosa meditación de la ignorancia e imbecilidad del impopular Melín. Hace un tiempo bien triste, ¿verdad? añadió, engolfándose en la corriente del general sentimiento.

Jacobo Melín, de oficio jugador, después de un silencioso viaje en la misma diligencia que la maestra, arrojó una botella a la cabeza de un apreciable colega, por el atrevimiento de mentar su nombre en una taberna.

Entonces Jacobo Melín abrió tranquilamente la portezuela opuesta de la diligencia, tomó la mano a la señora, con aquella decisión y seguridad que un sexo indeciso e inseguro sabe admirar, y en un instante descendiola hasta el suelo. Yuba-Bill, el cochero, desde la banqueta donde estaba, no pudo reprimir una sonora carcajada.

Pues Joaquín nos estaba contando el cuento de más chispa que... ¡Melín es un animal! interrumpió una voz seca. Un cuadrúpedo añadió otro, en tono sepulcral. Y el silencio volvió a reinar después de estas declaraciones. El viejo miró rápidamente en torno al grupo. Luego, su cara se transformó poco a poco.

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