Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 3 de mayo de 2025


La del balcón hablaba, pero tan quedo que no era posible conocerla por la voz; era un murmullo cargado de eses, completamente anónimo. «Por supuesto que ella no es», meditaba el del portal. A pesar de estas reflexiones que no podían ser más racionales, no estaba tranquilo. La obscuridad del balcón le sofocaba, como si fuese falta de aire.

Y en vez de pensar en educarle para elevarle a su altura, pensó en educarse a misma para subir a la altura en que le veía colocado. Bullían todos estos pensamientos en la mente de Rafaela de modo harto confuso. Lejos de ella el imaginarse enamorada del inglesito. El propósito de enamorarle más lejos aún. Sólo meditaba entonces virtud, abnegación y toda clase de sublimidades.

Su lectura favorita era el diccionario de la lengua. En ocasiones meditaba, ajenado de la realidad externa, siguiendo con los ojos formas sólo visibles para él, que cruzaban por el aire. Leía a su modo, conforme a un método original.

Cuando era preciso meditar, por el picor de una de esas ideas, hermanas del abejorro, que se plantan en el cerebro y no hay medio de sacudirlas, o doña Lupe no meditaba, o tenía que hacerlo sentada en la silleta junto a la ventana de la sala, los anteojos en el caballete de la nariz, la cesta de la ropa delante y el gato muy repantigado en un extremo de la alfombrita.

Hubiérase dicho que meditaba un crimen, y también que lo había decidido, cuando, dando un fuerte puñetazo en el brazo de la poltrona, se levantó de repente. El espejo que coronaba la chimenea reflejó entonces su fisonomía descompuesta, y al verse allí retratado tuvo uno de esos miedos solitarios, pueriles, que cortan de un solo golpe a la audacia sus alas gigantescas.

«La Justicia le obligaba a reconocer que el actual obispo de Vetusta, don Fortunato Camoirán, era una persona respetable, un varón virtuoso, digno; equivocado, equivocado de medio a medio, pero digno. ¿Tenía un ideal? pues don Pompeyo le respetaba». Don Pompeyo no leía, meditaba. Pero meditaba.

3 Porque ha perseguido el enemigo mi alma; ha quebrantado en tierra mi vida; me ha hecho habitar en tinieblas como los ya muertos. 4 Y mi espíritu se angustió dentro de ; se pasmó mi corazón. 5 Me acordé de los días antiguos; meditaba en todas tus obras, meditaba en las obras de tus manos. 6 Extendí mis manos a ti; mi alma a ti como la tierra sedienta.

La soledad y el silencio, turbado sólo por estos ruidos melancólicos, influyen de una manera poderosa sobre el pensamiento, le concentran, le entristecen, le dan un giro especial en armonía con las impresiones externas. Quevedo meditaba lentamente.

12 Y meditaba en todas tus obras, y hablaba de tus hechos. 16 Te vieron las aguas, oh Dios; te vieron las aguas, temieron; y temblaron los abismos. 17 Las nubes echaron inundaciones de aguas; tronaron los cielos, y discurrieron tus rayos. 1 Masquil de Asaf. Escucha, pueblo mío, mi ley; inclinad vuestro oído a las palabras de mi boca.

El sol languidecía como ellos; la naturaleza meditaba.

Palabra del Dia

commiserit

Otros Mirando