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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Le quería, sí; era su hijo único; pero en sus cálculos entraba por mucho la ambición, aquel afán por el engrandecimiento de la casa, que había ocupado toda su existencia. Le tenía destinado, sin consultar su voluntad, a servir de rehén en la alianza que meditaba con una gran fortuna.
»Compartimos su dolor y procuramos consolarle; pero, ¡ay de mí! bien pronto la perdió, y lloramos con él sin poder calmar su tristeza, que aumentaba cada día. Obligado por nuestras continuas preguntas, nos declaró, por último, que hacía tiempo meditaba un proyecto que nos participaría al día siguiente.
Muchos y vastos proyectos de libros y dramas germinaban en la mente del joven autor de Engaños y Desengaños. Escribía poco, sin embargo, aunque meditaba mucho. Alguna vez se acordaba de su drama entregado al teatro Español hacía más de un año y entonces se ponía de mal humor.
La simpatía había nacido de una pasión común: la caza. Pero la caza antes no era más que un ejercicio de hombre primitivo para el aragonés; cazaba sin saber lo que eran las perdices, ni las liebres y conejos, por dentro; Frígilis estudiaba la fauna y la flora del país de camino que cazaba, y además meditaba como filósofo de la naturaleza.
El Ferrer, ganoso de sobrepujar a sus rivales, tañía una guitarra, cantando a media voz, acompañado por el rodar de los truenos. El Cantó, metido en un rincón, meditaba nuevos versos. Algunos muchachos saludaban con expresiones burlonas la luz de los relámpagos que se filtraba por las rendijas de la puerta, y el Capellanet sonreía sentado en el suelo con la mandíbula apoyada en ambas manos.
Don Fermín escribía a la luz tenue y blanca del crepúsculo; la mañana estaba fresca; de vez en cuando, por vía de descanso, De Pas se entretenía en soplarse los dedos. Meditaba. Tenía los pies envueltos en un mantón viejo de su madre.
Al tiempo que regresaban las dos familias, desde las Filas a la calle Mayor, la señora de Sobrado meditaba una épica pequeñez, una tontería trascendental y feroz que le sirviese para dar despachaderas a las de García y quedarse sola con sus hijas.
Las mujeres defendían allí las últimas trincheras. Poco tiempo antes del día en que De Pas meditaba así, varias ciudadanas del barrio de obreros habían querido matar a pedradas a un forastero que se titulaba pastor protestante; pero estos excesos, estos paroxismos de la fe moribunda más entristecían que animaban al Magistral.
Lázaro meditaba todas estas cosas por el camino y decía: "No, no es esto lo que yo prediqué"; y al mismo tiempo la idea de que el violento discurso pronunciado por él la noche anterior hubiera tenido una parte de complicidad en la actitud del pueblo, le desesperaba. Encontraba cada vez más grupos sospechosos, y aun oyó proferir algunos mueras lejanos.
Se replegaba y meditaba. Le habían dicho que las botas de tafilete daban muy mal resultado en Lancia, a causa de la humedad. Antes, mucho antes de que Mateo terminase su diatriba contra el tafilete, se la destripaban sus cuatro pimpollos con risas irónicas y pesadísimas palabras que dejaban confundido y triste al pobre viejo.
Palabra del Dia
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