United States or Dominica ? Vote for the TOP Country of the Week !


Todos los trabajos que se hicieron para hacer declarar otra cosa a D.ª Rafaela resultaron infructuosos. Cuando regresaban a su casa tropezaron a D. Dionisio Oliveros que salía de ella. El poeta venía a ponerse a disposición de sus amigos. Abrazó conmovido a Mario, y éste tuvo la satisfacción de escuchar de su boca estas palabras aladas: ¡Qué tremenda desgracia pesa sobre su cabeza, amigo Costa!

Nosotros no podemos vivir ya con mis padres. Aunque sea en una buhardilla viviremos si es preciso. ¡En casa, nunca! ¡Oh, qué orgullosita! exclamó él pellizcándola. ¿Y por qué, si yo no me doy por ofendido? Porque yo no quiero, y basta replicó ella con firmeza. Mario se había acostumbrado a obedecerla y no le iba mal. Así que no insistió.

Mario y Carlota habían desaparecido, no corporalmente, pero en espíritu. Timoteo gemía y se lamentaba amargamente, por conducto de su violín, de que la niña menor de Sánchez se hubiese vuelto de espaldas y hablase tan animadamente con la señá Rafaela, sin cuidarse para nada del Día de sol ni de su intérprete.

¡Ay, Mario del alma, no sabes lo que acaba de suceder! El joven se puso horriblemente pálido y profirió con voz ronca: ¡Carlota!... Su mujer apareció por el extremo del pasillo pálida y grave y avanzó lentamente. ¡Carlota! ¿el niño?... volvió a gritar acongojadamente. Carlota hizo un signo negativo con la cabeza. En aquel momento, un grito desgarrador hirió sus oídos. Era la voz de Presentación.

Entre algunos chistosos comenzó a llamárseles I promessi spossi. Y como suele suceder, al cabo de algunos meses llegaron a aburrir a la gente. ¡Pero, señor! ¿cuándo se casan estos chicos? D.ª Carolina consintió al fin, a ruego de Mario, en tutearle, y hasta llevó su condescendencia a permitir que la llamase mamá, todo en secreto por supuesto y cuando Sánchez no se hallaba presente.

¿Qué traes por aquí a estas horas, Praxíteles? exclamó alegremente al ver a nuestro joven entrar en su despacho. Molestias para usted, D. Miguel. ¿Está usted muy ocupado? La sonrisa de Rivera se desvaneció al ver la triste y penosa que contraía los labios de su amigo. El semblante de Mario expresaba abatimiento profundo. ¡Ocupado! Sólo lo está el que espera algo.

Lo habíamos comprendido dijo uno tristemente. Y todos a la vez se alzaron de la silla y vinieron a él, expresando su disgusto con afectuosas palabras. Mario hizo de tripas corazón. Se mostró tranquilo, risueño; hasta se autorizó algunas bromitas.

Mario quedó algo confuso por aquella indiferencia, y añadió sacando el reloj: Las nueve y media ya... Otros días está aquí a las nueve. El mismo silencio por parte del joven de la luenga barba. Una miradita a la puerta, otra a su regordeta vecina y un sorbo de café fueron las tres cosas que supo hacer para indemnizarse del desdén de su compañero.

Doña Carolina se inclinó hacia el oído de su hija Carlota, y le dijo en voz baja, aunque no lo bastante para no ser oída de Mario: Por mi gusto, querida, estaríamos aquí un ratito más; pero ya ves, tu papá acostumbra a retirarse a esta hora... y ahora más que nunca necesitamos tenerle contento, ¿verdad? añadió con un guiño picaresco.

Pues bien manifestó Mario con creciente agitación, le confieso que yo vengo también pensando en lo mismo hace largo rato. Pero al mismo tiempo me parece tan absurdo, tan insensato, que procuro desecharlo de la cabeza como una tentación. D.ª Rafaela es una excelente amiga, una mujer buenísima... El delegado, sin abandonar su actitud reflexiva, alzó los hombros con desdén. ¡Ps!