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Actualizado: 3 de junio de 2025


En cuanto le digo que me faltan marineros me contesta que los guise á todos con salsa de Gascuña. Me dirigí á los arqueros. ¡Que si quieres! Allá se están las horas muertas jugando á los dados, presididos por el sargento Simón y Reno, y el gigantón cabeza roja que le rompió el brazo al pirata. "Mirad que el Galeón éste se va á hundir de un momento á otro," les digo.

La historia de este puerto abunda en páginas brillantes debidas á la honradez, pericia y heroísmo de nuestros marineros, muchos de los cuales han recorrido en su infancia un sendero tan expuesto y espinoso como el del tipo que acabo de bosquejar.

Todas las mujeres, con sus capuchones negros, cruzaron por delante de nosotros, en procesión, hacia casa de la abuela, y tras ellas fueron saliendo los señores, con su sombrero de copa, y los marineros y la gente pescadora, con los trajes de paño y las manos metidas en los bolsillos del pantalón. Por la noche, la Iñure me aseguró de nuevo que mi tío Juan no había muerto.

No era prudente traerlas entre los ocho marineros que le quedan y en los cuales la disciplina comenzaba á relajarse: además, aquellas pobres criaturas eran casadas. «Sivu, mujer de Metek, y Aningna, consorte de Marsingaestuvieron llorando por espacio de cinco días.

En él iban algunos pasageros, Que llevaban su pobre mercancia: Don Pedro y don Francisco, caballero De Estepa, que es lugar de Andalucía. Piloto, con maestre y marineros, Mas no como en tal caso convenia, En tomar se engañaron el altura, Principio cierto de su desventura.

Recorría los muelles cenagosos buscando trabajo, e iba a caer a esas tabernas de marineros borrachos, en donde se mezclan gentes de todos los países. Allen no sabía, no tenía certificados, y los skippers no le aceptaban.

Me temo mucho que no hubiera podido hablar nunca más con nadie a no ser por el socorro de los cuatro marineros que le salvaron la vida y le condujeron a bordo. Me detengo aquí, porque la pieza pierde su interés desde el momento en que el héroe ha sido enterrado.

Pero ni su voz ni sus ojos justificaron tales sospechas, y Ferragut prefirió no darse por enterado de lo que pasaba. ¿Sabe alguien lo ocurrido? Tòni levantó los hombros. «Nadie...» Se había metido en el vapor, apaciguando al perro de á bordo, que ladraba furiosamente. El hombre de guardia había oído los tiros, imaginándose que eran de una pelea de marineros.

Los marineros que sostenían contra la borda el tablón lo levantaron como una palanca, y el féretro fue deslizándose, hasta que cayó bruscamente en el Océano. Fue un ruido semejante al de una de aquellas olas que sordamente venían a chocar con el navío.

Somos marineros, y por eso miramos los peligros que apareja la travesía. Al mar, cuanto más se le conoce más se le teme. No le temen los que no le conocen. Yo le conozco y no le temo. No le teme, porque usted no teme ninguna cosa, si no es a Dios. ¿Cuántos marineros sois? Cinco y el rapaz, que no merece ser contado.

Palabra del Dia

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