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Actualizado: 3 de junio de 2025


En la capitulación firmada para el viaje de Vicente Yáñez Pinzón en 1508 se determinaba que los capitanes tendrían francas sus cámaras; á los pilotos y maestres se les permitiría un arca que no había de tener más de cinco palmos en largo y tres en alto; á los marineros un arca entre dos; á los grumetes una entre tres y á los pajes entre cuatro.

Semejante honor, si en ello le hay, podían reclamarlo con más fundamento algunos de los marineros que formaban parte de la tripulación del buque procedente del Mar Caribe, que también habían venido á tierra á divertirse el día de la elección.

Desde la escotilla hasta el fondo de la bodega se habían colocado, escalonados en los entrepuentes, algunos marineros, y de este modo iban sacando los sacos de arena. Uno se lo daba al que tenía al lado, éste al siguiente, y de este modo se sacaba rápidamente y sin trabajo cuanto se quisiera.

Para desterrar la costumbre de jurar, que suele reinar entre soldados y marineros, se impuso pena, á que todos se obligaron, de quien quiera que faltase, hubiese luego de besar el suelo, diciéndole los presentes: Viva Jesus, bese el suelo.

Me paseé errante por la cubierta, mirando aquí y allí la brújula iluminada, los montones de cabrestantes, las piezas de la máquina envueltas en una claridad ardiente, golpeando con cadencia; la humareda negra que se elevaba de las chimeneas ennegreciendo el firmamento; los marineros de barba rubia inmóviles en sus puestos, y las figuras de los pilotos sobre el puntal, altas y sombrías en la noche.

Los marineros, que habian ido hoy á tierra en la lancha, hallaron en el campo un letrero con estos caracteres: I. O. HN. WOOD, que será el nombre de algun inglés ú holandés que haya estado en esta bahia.

Los caníbales están todos en la playa y en medio de ellos no veo más que muertos. Es verdad murmuró Van-Stael con amargura . Los han matado a todos y me han inutilizado todo el trépang. ¡Qué pérdida, Van-Horn! Nosotros no tenemos la culpa de que se hayan emborrachado nuestros marineros, señor.

Un hospital para marineros en Bellavista; un templo de las Nazarenas, en cuya obra trabajaba a veces como carpintero; la Alameda y plaza de Acho para la corrida de toros, y el Coliseo, que ya no existe, para las lidias de gallos, fueron de su época.

Sin embargo, la hora de levar anclas se iba acercando y el capitán se había apartado de la mesa y andaba de un lado á otro dando órdenes. Los marineros comenzaban á moverse ejecutando las maniobras preventivas. Soledad y Manolo se habían aproximado y charlaban un poco retirados de los demás. El caballero de Medina la embromaba suponiendo que estaba triste y que hacía esfuerzos por ocultarlo.

»Y, entretanto, el navío nos alejaba para siempre de aquellas queridas playas, pobres, desterrados, , ¡desterrados para siempre!... Esta palabra vibraba en mis oídos con una violencia que ni el ruido de las olas, ni los gritos de los marineros podían ahogar; mientras que a lo lejos y de pie en la costa, Teobaldo agitaba todavía en señal de despedida su pañuelo blanco, que no tardó en desaparecer en la obscuridad.

Palabra del Dia

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