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Actualizado: 3 de noviembre de 2025
Toda esa gente metía tanto ruido á bordo con su algazara que los viajeros nos creíamos en una especie de Babel, en tanto que los marineros del Thames y el Paraná se ocupaban estrepitosamente en las maniobras del trasbordo, entonando canciones dé un acento singular y vibrante.
La abundancia reinaba igualmente entre el puente y la proa, donde estaban la cocina y el alojamiento de los marineros, espacio del buque respetado por todos como dominio incontestable del tío Caragòl.
Ninguno volvió a tierra, ni se acomodó de más vestidos de aquellos con que había entrado en el navío, en el cual, sin repartir los oficios, todos servían de marineros y de pilotos, excepto yo, que fuí nombrado por capitán por gusto de todos.
El miedo que se desarrolló entre los marineros fué tan grande, que nadie quería acercarse a la proa; se sorteaba quién había de dar la comida y el agua a los enfermos, y el designado solía ir llevando los víveres en una pértiga larga, los dejaba y echaba a correr.
No hay seguridad tampoco de cuántos fueron éstos: D. Fernando Colón y el P. Las Casas fijan en 90 hombres la gente de los tres bajeles; Oviedo la eleva á 120; Pedro Mártir de Angleria la pasa de 200; Fr. Antonio de Aspa apunta erróneamente que iban más navíos y más marineros de lo que se supone.
Nadie podía entrar en él que no perteneciese á su tripulación. Las familias de los marineros esperaban á éstos en el muelle, y Caragòl tuvo ocasión de conocer á muchas bretonas, madres, hermanas ó prometidas de sus nuevos amigos.
A sotavento del Castelo. Como habéis venido, podemos ir.... Era día claro, y tampoco reinaba este viento, cuando largamos de Flavia-Longa. Aun así nos comía la mar. Vea cómo lostrega por la banda de Sudeste. ¡Hay mucha cerrazón! ¡Hay otra cosa!... ¡Miedo! El mar es muy diferente de la tierra, y de otro respeto, Señor Don Juan Manuel. ¡No sois marineros, sino mujeres!
De los buques amarrados a la orilla, una vez que dieron las siete, empezó a salir una nube de marineros y oficiales, contramaestres, etc., que pronto obstruyeron la vía, formando grupos compactos delante de cada mesa.
Sin calmarse un momento la agitación de la gente de tierra, los marineros que aun quedaban en ella fueron poco á poco pasando á la lancha: el último entró el Tuerto, después de haber dado un estrecho abrazo á su padre y á su vecino, que le acompañaron hasta la orilla. Nada quedaba de común, sino el corazón, entre los embarcados y la gente de tierra.
«Que vuestro corazón se reconforte decía sombríamente Muntaner en su crónica al dar fin á este relato de horrores . Da aquí en adelante, veréis cómo nuestra Compañía obtuvo, con la ayuda de Dios, una venganza tan ruidosa como jamás se ha visto venganza alguna.» No llegaban á cuatro mil los almogávares y marineros refugiados en Gallípoli.
Palabra del Dia
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