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Actualizado: 5 de junio de 2025


Ansioso de encontrar una excusa, evocó la imagen de su cocinero tal como era cuando filosofaba en el rancho de la marinería. Para desear los mayores males á un enemigo, este varón cuerdo formulaba siempre el mismo anatema: «¡Permita Dios que encuentres una mujer arreglada á tu gusto!...»

Una voz de mujer cantaba el amor, la única verdad y la mentira más grande de nuestra vida... ¡Pobre vida, que no puede marchar por sus propias fuerzas y necesita el apoyo de la ilusión! Dos días antes de llegar a Buenos Aires, el Goethe empezó a remozarse. Trabajaba la marinería de sol a sol bajo la mirada escrutadora de los oficiales.

Luego hizo una rebusca entre los objetos amontonados en la barca después del registro realizado por la marinería de la escuadra del Sol Naciente, y encontró una pequeña caja de cigarros que él había tomado en su camarote al ocurrir la voladura del paquebote.

Aquella pesca no era como ahora una fácil carnicería emprendida prudentemente á lo lejos por medio de una máquina: heríase al monstruo con la mano, arriesgábase la vida á cada paso. Verdad es que era escasa la matanza de ballenas, pero el hombre ejercitábase en la marinería, en actos de paciencia, de sagacidad, de intrepidez.

Desplazaría de seiscientas a setecientas toneladas, tendría unos ciento sesenta o ciento ochenta pies de largo y más de treinta de ancho. Como barco de carga destinado al transporte de mercancías, era un tanto pesado; de figura muy redonda, casi igual a proa que a popa, tenía una cubierta, sollado a proa para la marinería, cámaras en popa y todo lo demás preparado para bodega.

Y el capitán abandonaba su despacho que, por lo desarreglado y pobre, parecía un cuarto de marinería, sin más adornos que una mesa vieja, algunas sillas, un botijo en un rincón y algunas fotografías de buques en las paredes. Parecía imposible que allí se hablase de negocios que importaban millones.

Vivir en la tierra, es el reposo; en el mar, una lucha eterna, pero lucha vivificadora para el que puede soportarla. Los hombres de la Edad Media tenían en gran aversión y aborrecimiento al mar, «reino del Príncipe de los vientosAsí nombraban al diablo. Al noble siglo XVII disgustábale vivir entre la ruda marinería.

El 21, a las once de la mañana, mandó subir toda la tropa y marinería; hizo que se pusieran de rodillas, y dijo al capellán con solemne acento: «Cumpla usted, padre, con su ministerio, y absuelva a esos valientes que ignoran lo que les espera en el combate». Concluida la ceremonia religiosa, les mandó poner en pie, y hablando en tono persuasivo y firme, exclamó: «¡Hijos míos: en nombre de Dios, prometo la bienaventuranza al que muera cumpliendo con sus deberes!

Era extraño: así como mi abuela afirmaba la aristocracia de la marinería, el señor Cepeda afirmaba la aristocracia del escritorio. En el comercio del azúcar y del cacao la elevación social está en razón directa de la cantidad; en cambio, en el comercio de drogas la elevación está en razón inversa.

Después cada cual procuró resguardarse lo mejor posible de las miles de cucarachas que invadían la cámara, y después ... el sueño, el sudor y los insectos imperaban en la parte animada é inanimada de nuestro individuo. La faena del baldeo, el monótono y acompasado canto de la marinería, el ruido de la maniobra y los desesperados ladridos del perro, me despertaron en la madrugada del 11.

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