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Actualizado: 5 de junio de 2025
Entonces el temperamento burlón de la marinería en aquella comarca se ostentó de nuevo. Los de tierra comenzaron a dar vaya a los de a bordo, sobre todo a un cierto sujeto que parecía un montón de pelos, a quien apodaban Tanganada, el cual se movía de un lado a otro, con la gracia de un oso, manejando los cables, y lanzando gruñidos de desprecio a la muchedumbre.
Esto parecía disgustar mucho a la tripulación prisionera, especialmente a la marinería, y hasta me pareció advertir murmullos alarmantes, que no habrían sido muy tranquilizadores para los ingleses si éstos los hubieran oído. Por lo demás, no quiero referir incidentes de la navegación de aquella noche, si puede llamarse navegación el vagar a la ventura, a merced de las olas, sin velamen ni timón.
Dos de éstos le unían al muelle, atados á dos troncos de pino que hacían oficio de pilotes. Gillespie, para no perder tiempo desenredando los nudos hechos por la marinería enana, tiró simplemente de estos cables, enormes para los habitantes del país, pero menos gruesos que su dedo meñique, arrancando los dos maderos de la tierra en que estaban clavados.
Ambos combatientes, á vista uno del otro, esperaban el viento para acometerse, cuando habiéndolo tenido favorable los patriotas, abordaron el 24, tres horas despues del medio dia, al enemigo, y trabando un reñidísimo combate quedó vencedor Padilla. Los realistas tuvieron 800 bajas entre muertos y heridos, mas 420 prisioneros entre oficiales, clase de tropa y marineria.
Sobre aquellos picachos de eterna verdura fijaba mi vista con la misma insistencia con que lo hace el que trata de reconocer á larga distancia las facciones de un sér querido. La campana de proa anunció la oración. La marinería cesó en sus faenas, reinó el silencio y la plegaria alzó su vuelo á otros mundos.
El tío Ventolera, por no ser menos, narraba historias de piratas y de valerosos marineros de Ibiza, apoyándolas con el testimonio de su padre, que había sido paje en el jabeque del capitán Riquer, asaltando detrás de este héroe la fragata Felicidad, del temible corsario «el Papa». Entusiasmado por los recuerdos heroicos, canturreaba con su voz trémula las coplas con que la marinería ibicenca había celebrado el triunfo; coplas en castellano, para mayor solemnidad, y cuyas palabras desfiguraba el tío Ventolera.
Y de esta cofa a las bordas, se tendían en ángulo los cordajes de acero, las escalas para la marinería, todas las lianas férreas que la construcción naval hace crecer en torno de los mástiles para asegurar su estabilidad y facilitar su acceso.
La marinería de nuestra embarcación era india pura, incluso su patrón, quien varias veces varió el rumbo, atribuyéndolo nosotros al principio á descuido, pero más tarde comprendimos que la caña del timón obedecía más bien al temor que le dominaba, tan luego supo que nuestro principal objeto era visitar las Cuevas de las Calaveras; afortunadamente nos acompañaba un amigo que conocía la situación de las más notables de aquellas, y repetidas veces enmendó la derrota con visible disgusto del patrón, antiguo y marrullero hombre de mar, ya entrado en años, con más cabellos blancos que negros, más supersticiones que dientes, más consejas que verdades y más escapularios que virtudes.
Estos enganchadores acogen en su casa a los marinos sin empleo, les dan de comer y hasta algún dinero, y cuando viene un capitán que le falta marinería, se entiende con el enganchador, escoge sus hombres y paga las deudas con los anticipos de la soldada del marinero. Allen encontró uno de estos enganchadores y se vendió por unos cuantos chelines, que dio a su madre.
Fué luego a bordo, y tras brevísima información mandó colgar de las antenas a los dos cabecillas y diezmó la marinería insurrecta, fusilando diez y siete. Amat decía que la justicia debe ser como el relámpago. Amat cuidó mucho de la buena policía, limpieza y ornato de Lima.
Palabra del Dia
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