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Actualizado: 5 de mayo de 2025


Pocas fechas corrían desde que la señora de Montauron se había reinstalado en París y en su hotel de la calle Varennes, ocupando el sobrino su antiguo elegante entresuelo del bulevar Malesherbes, mansión no lejana del palacete en que respiraba Mariana de La Treillade.

En los mismos momentos en que los dos maridos abandonaban la sala, Pierrepont, pareciendo obedecer contra su voluntad una orden de Mariana, se levantaba y salía de su localidad. Beatriz, que tras del abanico no cesaba de mirarlo, sintió que el corazón se le saltaba del pecho, y aun tuvo que ponerse sobre él la mano para contener sus violentos latidos.

Luego recitó una epístola dirigida a M. de Bienassis, en la cual se encierran trozos de poesía tiernísima; se le interrumpía frecuentemente con murmullos de aprobación; Mariana y yo estábamos verdaderamente emocionadas; luego se nos colmó de felicitaciones y, ¿por qué no decirlo?, de dicha y orgullo; lo cual me parece algo perdonable.

Mariana había visto que el aya tenía el oído pegado a la puerta. ¿Qué está pasando ahí dentro, Marta, para que lo estéis oyendo con tanta inquietud? ¿Hablan de vos? , , de murmuró la viuda. No quiero molestaros con mi presencia; dentro de un rato me diréis lo que haya pasado, ¿verdad?

No tardaron en advertir que a su vez fueron reconocidas, considerada la expresión de fisonomía de los vecinos y el incesante jugar de los anteojos; Mariana se expresaba con viveza, pareciendo mostrar decidido empeño en llamar la atención del marqués sobre el palco de Fabrice.

Mariana es joven, y cuando menos se pensaba ha principiado otra vez a echar al mundo hijos. Además, ya sabes cómo es don Julián. Antes que soltar un cuarto le harán rajas. Y francamente, esperar a que se muera no me parece negocio.

¿Y el marqués de Pierrepont está siempre en Malta? preguntó miss Nicholson. No, ahora creo que está, en Gythere. ¿En Gythere? , al menos yo lo he visto anoche en el teatro con una ella que tenía el tipo de aquel país. Pero, ¿es un calavera? interrogó otra vez miss Nicholson poniéndose colorada. No... está de mal humor... ¡aburrido! respondió Mariana.

En oposición á esto, cuenta el P. Mariana que una célebre actriz, que, representando á la Magdalena había hecho llorar con frecuencia al público, fué acometida de improviso por el actor que representaba á Cristo en la misma pieza, y salió de este ataque embarazada .

Mariana no había parecido por allí; entonces volvió a su domicilio y pasó la noche paseándose en el gabinete de su esposa desde las doce hasta las siete de la mañana, a cuya hora tuvo el gusto de verla entrar pálida y yerta de frío, envuelta en un abrigo de pieles. ¿De dónde venís? le preguntó con voz ahogada. Vengo de pasear mi libertad como vos paseáis la vuestra.

Mariana, bajo este aspecto, merece más aplausos que los demás escritores de nuestra nación, consagrados también á escribir la historia, puesto que el primero hubo de dar una forma á inmensos materiales desordenados, y los demás encontraron ya abierta la senda que, más ó menos limpia ó más ó menos alterada en su dirección primitiva, había de llevarles al lugar deseado.

Palabra del Dia

bagani

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