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Actualizado: 15 de junio de 2025
Hase tiempo que quería venir a La Rinconá. «¿Por qué no he de ver de serca al señó Juan Gallardo, yo que le apresio y le he tocao parmas?» Pero le veía a usté siempre con muchos amigos, o estaban en el cortijo su señora y su mare con chiquillos. Yo sé lo que es eso: se habrían asustao a morir sólo con ver al Plumitas... Pero ahora es diferente.
Ulises, con su elegante Mare nostrum, no podía luchar contra los capitanes septentrionales, alcoholizados y taciturnos, que aceptaban á cualquier precio el llenar sus buques sórdidos, emprendiendo una marcha de tortuga á través de los océanos. No puedo más decía con tristeza á su segundo . Voy á arruinar á mi hijo. Si me compran Mare nostrum, lo vendo.
Ulises le creía capaz de subir al puente declarando que la navegación no podía continuar por haberse agotado los odres del líquido color de amatista procedente de la sierra de Espadán. Sus ojos cegatos reconocían inmediatamente en los puertos la nacionalidad de los buques que fondeaban á ambos costados del Mare nostrum.
Un sombrero de palma cubría su cabeza hasta cuando trabajaba en sus cacerolas. El Mare nostrum no podía naufragar ni sufrir daño alguno mientras le llevase á él.
El capitán, durante sus navegaciones, sólo pensaba ahora en el alimento de las calderas. Siempre le parecía que Mare nostrum marchaba con excesiva rapidez. ¡Media máquina! gritaba por el tubo á su primer mecánico. Pero á pesar de esta precaución y de otras, el gasto de combustible resultaba enorme al hacer el arqueo de un viaje. El buque consumía todas las ganancias.
De cuantos hechos habían tenido por escenario el mare nostrum, el más famoso para el capitán era la inaudita expedición de los almogávares á Oriente, la epopeya de Roger de Flor, que él conocía desde pequeño por los relatos del poeta Labarta, del Tritón y del pobre secretario de pueblo que soñaba á todas horas con las grandezas pretéritas de la marina de Cataluña.
Y enardecido por su entusiasmo, se escapaba de las manos de dos marineros que habían empezado á vendarle la cabeza con una pulcritud aprendida en los combates terrestres. Ferragut quedó satisfecho del encuentro. No estaba seguro de la destrucción del enemigo; pero si se había salvado podía llevar la noticia á los otros de que el Mare nostrum era capaz de defenderse.
¡Bendita sea la mare que ha parió un mozo tan valiente!... Las amigas la aturdían con sus exclamaciones. ¡Qué suerte! ¡Y poquito dinero que iba a ganar su hijo!... La pobre mujer mostraba en sus ojos una expresión de asombro y de duda. Pero ¿era realmente su Juanillo el que hacía correr a la gente con tanto entusiasmo?... ¿Se habían vuelto locos?...
Es triste tener que matar á una persona de su sexo. ¡Matar á una mujer, y además una mujer hermosa!... Pero sin embargo, resulta preciso... Creo que la fusilarán de un momento á otro. El Mare nostrum hizo otro viaje de Marsella á Salónica. Buscó en vano Ferragut antes de partir nuevas noticias de Freya en los periódicos de París.
Un amanecer, á la altura de Lisboa, cuando acababa de dormirse después de haber pasado la noche en el puente, le despertaron los gritos y correteos de la tripulación. Un submarino había surgido á mil quinientos metros y marchaba hacia el Mare nostrum á gran velocidad, temiendo sin duda que el buque mercante intentase escapar.
Palabra del Dia
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