Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 11 de octubre de 2025


Las estrellas a que nos hemos dirigido sólo nos han contestado una cosa: «Partieron sin dejar señas.» ¡, sin dejar señas! ¡Proserpinita querida! ¿Dónde estás? MARCIO. , señores sabinos, es una respuesta bien extraña por parte de los astros.

Sólo nos toca ahora, una vez cumplido nuestro deber sagrado, volver la espalda y regresar a nuestra casa... UNA VOZ TÍMIDA. ¿Cómo? ¿Y mi Proserpinita? MARCIO. ¡Ah, ! Tenéis razón, compañero; me había expresado mal. Señores romanos, he aquí una lista detallada y exacta de nuestras mujeres; tened la bondad de entregárnoslas. Naturalmente, sois responsables, según la ley, de todo lo que...

Me dan vergüenza las palabras que acaban de ser pronunciadas. Cuadrarían en boca de un bandido romano que roba las mujeres ajenas. Proserpinita... MARCIO. ¿Queréis no fastidiarnos más con vuestra Proserpina? Se trata aquí de una cuestión de principios... Veo, señores, que la espantosa pérdida ha eclipsado vuestra memoria, y voy a refrescar vuestros recuerdos.

UNA VOZ. ¡Proserpinita querida! MARCIO. ¡Calmaos, señores sabinos! ¡Dominaos! Voy a arreglarlo todo. Aquí hay un error jurídico. La desgraciada mujer no se da cuenta de que es víctima de estos innobles raptores. Vamos a probárselo. ¡Señores profesores, manos a la obra! El pánico se apodera de los romanos. ESCIPIÓN. ¡Confiesa, confiesa! Si no, va a comenzar de nuevo. ¡Dios nos libre!

Y no hay que olvidar que en este momento la historia, esa justiciera implacable, está personificada en nosotros. Tocad la marcha. Los sabinos avanzan del modo indicado por Marcio: dos pasos al frente, un paso atrás. De esta suerte atraviesan lentamente la escena y desaparecen entre bastidores. La escena del primer cuadro. El aspecto es ya menos inculto.

Y ¡congratulaos, señores sabinos! ahora, por fin, podemos acometer nuestra gran empresa, porque tenemos la dirección exacta. ¡Miradla! MARCIO. ¡Miradla! Una carta certificada que firma «Un raptor arrepentido». El autor dice en ella que tiene remordimientos de conciencia por su mala acción; jura que no raptará ya más mujeres, y pide perdón humildemente.

A una señal de Anco Marcio, las trompetas cesan de tocar. MARCIO. ¿Os detenéis o no? ¡Dios mío, no es fácil atajar un torrente que se precipita hacia el mar! ¡Al fin os habéis detenido! Ahora, obedeced. ¡Atrás los trompetas! ¡Adelante los profesores! Los demás que sigan en su lugar, sin moverse. Los profesores avanzan. MARCIO. ¡Señores profesores, preparaos!

Pero continúo con orgullo la exposición de lo que hemos hecho. ¿Recordáis, señores sabinos, en qué se hallaban ocupados nuestros sabios juristas mientras los astrólogos consultaban las estrellas? En estas condiciones, es difícil hablar. Estáis ahí como estatuas, sin decir esta boca es mía. ¡Bueno, recordad, os lo ruego! ¡Proserpinita querida! MARCIO. ¡Dejadnos en paz con vuestra Proserpina!

Así, pues, Cleopatra, ¿reconoces que y las demás mujeres sabinas fuisteis raptadas durante la noche del veinte al veintiuno de abril? ¿No es eso? CLEOPATRA. ¡Ya lo creo! ¡Desde luego no nos fugamos solas! MARCIO. No, veo que no comprende todavía. Señor pro... CLEOPATRA. ¡Esto es demasiado, Marcio!

Durante largo rato no se oye sino el cuchicheo de los gimnastas; «Quince minutos de ejercicio diarios», etc. Entra Anco Marcio, enseñando una carta. MARCIO. ¡He aquí la dirección, señores sabinos! Hemos recibido la dirección de nuestras mujeres. ¡La dirección, señores, la dirección! VOCES AHOGADAS. ¡Escuchad, escuchad! Se ha recibido la dirección. ¡Silencio, señores, silencio!

Palabra del Dia

limadas

Otros Mirando