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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Rápidamente la bajaron, asidos de nuevo de la mano Morsamor y Urbási. Con cariñoso afecto estrechó Morsamor la mano de Urbási, blanca, suave y admirablemente formada.
Luego que yo la vi, le tomé una mano y la comencé a besar, y el renegado hizo lo mismo, y mis dos camaradas; y los demás, que el caso no sabían, hicieron lo que vieron que nosotros hacíamos, que no parecía sino que le dábamos las gracias y la reconocíamos por señora de nuestra libertad. El renegado le dijo en lengua morisca si estaba su padre en el jardín. Ella respondió que sí y que dormía.
El paje aplicó una llave a la cerradura, le dio dos vueltas, y la puerta se abrió sin ruido. Entró el paje, y le siguió Mutileder. Cerró el paje la puerta de nuevo, y quedaron él y nuestro amigo en la más completa oscuridad. El paje asió de la mano a Mutileder, y le guió por las tinieblas. Al cabo de poco tiempo vieron luz y una linterna que estaba en el suelo.
María así lo hizo por complacerla, protestando de que ella era una miserable pecadora a quien Dios no podía escuchar; pero el niño, apenas se vio acariciado por tan hermosa mano, comenzó a sonreír y no tardó muchos días en ponerse bueno. Esta maravillosa cura, pregonada por la agradecida madre, hizo gran ruido en el pueblo.
El Hombre-Montaña se fijó en varias mujeres que estaban en lo alto de dicha puerta para verle pasar, y en un hombre, el único, envuelto en púdicos velos. Gentleman, soy yo dijo á gritos, agitando sus blancas envolturas. El gigante extendió la mano sobre las torres, y tomando entra dos dedos á Ra-Ra, lo puso delicadamente en la abertura del bolsillo alto de su chaqueta.
Toda abundancia, y todo honor te sobre. Que enfin has respondido á ser soldado Antiguo y valeroso, qual lo muestra La mano de que estás estropeado. Bien sé que en la Naval dura palestra Perdiste el movimiento de la mano Izquierda, para gloria de la diestra. Y sé que aquel instinto sobrehumano Que de raro inventor tu pecho encierra, No te le ha dado el padre Apolo en vano.
Esta cesó cuando Juan, tomándola a la tarde de la mano, la llevó, mientras que Pedro y Adela buscaban flores de saúco para Ana, a la sombra de un camino de rosales que daba al saucal, y donde había de trecho en trecho unos bancos de piedra, y al lado unos atriles, de piedra también, como para poner un libro.
La llegada de los importunos huéspedes hízole levantar el campo, huyendo hacia el interior con el chocolate en una mano y los picatostes en la otra.
Poesías escribió también Lope muchas en Sevilla, y de ellas merece recordarse la carta que dirigió en 1603 á un amigo, y en la cual dice: «...Pan de Sevilla regalado y tierno, masado con la blanca y limpia mano de alguna que os quisiera para yerno. Jamón presunto de español marrano de la sierra famosa de Aracena, á donde huyó del mundo Arias Montano.
Tú sabes que es el deleite de mi alma sentimental llenar de fragante aceite tu lámpara de cristal, y con mano temblorosa mi luz votiva encender, y enflorar con una rosa tus leves pies de mujer.
Palabra del Dia
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