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Actualizado: 23 de mayo de 2025


Ya es menester, sin que os lo ruegue, ó mande, Que cada qual como guerrero experto, sin que por su capricho se desmande, La orden guarde y militar concierto, Y acuda á su deber como valiente Hasta quedar, ó vencedor ó muerto. En esto por la parte de poniente Pareció el escuadron casi infinito De la barbara, ciega, y pobre gente.

Tan buen color dió Avendaño a su mentira, que a la cuenta del huésped pasó por verdad, pues le dijo: Quédese, amigo, en la posada; que aquí podrá esperar a su señor hasta que venga. Muchas mercedes, señor huésped respondió Avendaño , y mande vuesa merced que se me un aposento para y un compañero que viene conmigo, que está allí fuera; que dineros traemos para pagarlo tan bien como otro.

Sup.^co a V. Ex.^a pida a Su Mag.^d me mande responder con breuedad a esse papel, y q. por su gran Piedad, y por la q. se deve a Peregrinos no permita que me sea differida la respuesta. De V. Ex.^a sieruo. Ant. Perez. Condestable. Bibl. Nac. de París, Fr., 3.652, fol. 68. Colección Morel Fatio, núm. Syre. Ant.

6 Pero mis palabras y mis ordenanzas que mandé a mis siervos los profetas, ¿no alcanzaron a vuestros padres? Por eso se volvieron ellos [del cautiverio] y dijeron: Como el SE

Al fin llegamos arriba, yo por milagro de Dios, siguiendo gateo a gateo los de don Sabas; pero muerto de cansancio y empapado en sudor. Reposa unos momentos me dijo el Cura allí ; pero con los ojos cerrados, ¡y cuidado con abrirlos hasta que yo lo mande! Más por necesidad que por obediencia, cumplí al pie de la letra el mandato de don Sabas.

Antes de amanecer mandé al bote á que trajese la madera que tuviese cortada la chalupa, y ordenase al patron de esta, que navegase el rio, aguas arriba, hasta una isla que le señalé, y que allí permaneciese hasta otra disposicion.

Dejó en su testamento declarado, Que sea su legítimo heredero La hija que en los Charcas ha dejado, Y aquel que fuere esposo y compañero Suceda en el gobierno y el estado, Segun como lo tuvo él de primero: Y mande y rija, en tanto que ella viene, Su sobrino Mendieta que allí tiene.

Velázquez se lo prometió, y ella, cada vez más inflada y poseída de su papel maravilloso, le dijo: Antes de pasar adelante, es menester que consultemos las cartas. Según lo que te anuncien, así tendré yo que aconsejarte lo que debes hacer. Te confías en , ¿verdá ?... Para que las cartas digan la verdad hay que creer en ellas y obedecer cuanto yo te mande. ¿Lo prometes?

Echamos perros al moribundo para que el dolor de las mordidas le haga vivir un poco más. Afuera todo eso. ¿No hay remedio? El que mande Dios. ¿Qué mal es este? La muerte vociferó con cierta inquietud delirante, impropia de un médico. ¿Pero qué mal le ha traído la muerte? La muerte. No me explico bien. Quiero decir que de qué... ¡De muerte!

Dió algunas excusas, empujó por un lado, abrió brecha por otro; pero aun así no consiguió verse completamente libre, porque el barbero, echándole el brazo por encima y hablando en voz baja con la actitud y tono confidencialmente misterioso que cuadra á dos grandes hombres al comunicarse una idea que ha de salvar al mundo, dijo: Yo, señor don Lázaro, tengo todo este barrio por mío. ¿A usted le han dado órdenes para que mande aquí?

Palabra del Dia

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