Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 29 de mayo de 2025
Hubo quien colgó al triste escritor la paternidad del Elogio de Felipe II, por ser obra maligna; también ha habido quien se la niegue del Norte, por tener mucho bueno.
Le parecía verlos escritos delante; pero por un misterio, natural en aquellos momentos, no encontraba la forma oratoria para expresarlos. ¡Qué contrariedad! Poco á poco hasta la voz se le enronqueció. Sin duda había en el espíritu de nuestro amigo una influencia maligna. Hablaba con frialdad unas veces; notábalo él mismo, y al querer corregirlo, gritaba demasiado.
Y sintió la necesidad maligna de que una desgracia sobreviniera, en realidad, atraída por su augurio diabólico. Saltando y cantando sus dos primas salieron a la galería. Acababan de vestirse y sus trajes claros y sus cabellos rubios brillaban al sol.
El conde de Onís, el coloso de luengas barbas fue un verdadero juguete en las manos de aquella mujercita temeraria y maligna. Una pasión loca se apoderó de ambos, sobre todo de ella. Poco a poco se fue acostumbrando a no vivir sin él, a no pasarse un día sin verle a solas. Hacía esfuerzos increíbles de ingenio y habilidad para conseguirlo.
Todos los síntomas en conjunto anuncian, desde el primer momento, un profundo ataque de la vitalidad, una índole maligna y atáxica, un carácter de putridez y destruccion.
Para ella era la noticia tan nueva, tan sorprendente, que por unos instantes estuvo mirando con ojos pasmados a su amiga como si no hubiese oído. En el estupor que le causaba, no oyó las primeras palabras de Paco. Sólo se hizo cargo al concluir de que estaba loando con calor la belleza de la niña. Tiene a quien parecerse murmuró el marica de Sierra con la misma intención maligna.
Las beatas que servían de cuestores de palacio en el del Gran Constantino, las del cónclave, como las llamaba Ripamilán, esperaban con ansiedad mística y con una curiosidad maligna a la nueva compañera, que tanto prestigio traería con su juventud y su hermosura a la piadosa y complicada empresa de salvar el mundo en Jesús y por Jesús; pues nada menos que esto se proponían aquellas devotas de armas tomar, militantes como coraceros.
El marino quiso expresar el asombro que le producían las diversas mutaciones de esta existencia andante y misteriosa que cada vez mostraba una nueva faceta; pero se contuvo, para oír mejor los crueles consejos de la voz maligna que hablaba en su pensamiento... El no pretendía matarse por ella... Muy al contrario: su agresividad silenciosa la examinaba como una víctima próxima.
Pocos momentos después llegaron las mulas para mi coche, y pregunté a los mozos de postas si conocían a los viajeros que me precedían. »No, señora repuso uno de ellos; pero son ricos y me pagan bien: deben de ser marido y mujer. »O alguna cosa de otro género agregó con una maligna sonrisa otro mozo de mulas. »¿Por qué cree usted tal cosa?
Como á Robledo no le interesaba la maligna conversación de las dos señoras, y menos aún el talento poético de la dueña de la casa, aprovechó un momento en que ésta le volvía la espalda para saludar á sus admiradores, y pasó al gabinete donde había estado antes.
Palabra del Dia
Otros Mirando