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Actualizado: 1 de junio de 2025
Pero esta felicidad fue de corta duración. ¡Hay tan poca distancia desde la calle de la Grange-Bateliere a la de Provenza, y además aquellos magníficos caballos marchaban con tanta rapidez!... El carruaje se detuvo por último; apeose Arturo, ofreció la mano a su compañera, subió con ella hasta el primer piso, llamó a la puerta de su habitación, la saludó respetuosamente y desapareció en seguida.
Sí, Juan Claudio, esto me produce el efecto de un burgomaestre o de un alcalde de pueblo, con una panza tan abultada como la de un palomo, a quien se le hinchan los carrillos cuando dice: «Yo, Hans Aden, tengo diez fanegas de magníficos prados, tengo también dos casas, una viña, un huerto y un jardín; ¡ején!, ¡ején!, tengo esto, y lo otro, y lo de más allá.» Pero al día siguiente le da un coliquillo, y... ¡andando! ¡Los locos, los locos!... ¿Quién puede decir que no está loco?
Un guarda de Camargue, hombrecillo rechoncho y velludo, que trascendía a montaraz, con ojos saltones inyectados de sangre y con aretes de plata en las orejas; después dos boquereuses, un tahonero y su yerno, los dos muy rojos, con mucho jadeo, pero de magníficos perfiles, dos medallas romanas con la efigie de Vitelio.
La montaña se ostentaba á nuestros ojos llena de hermosura y majestad en su conjunto y de gracias y sorpresas en sus relieves, sus hondas ramblas, sus magníficos bosques, sus solitarias praderas, sus dispersos chalets y sus mil rasgos interesantes.
Un camino carretero, que serpentea faldeando la montaña, por en medio de magníficos bosques en la parte superior, nos condujo casi hasta la cima, donde se halla el Castillo, á mas de 100 metros de altura sobre Heidelberg y dominando con majestad el abismo de la cuenca del Nékar.
Yo la atraje a mí y la senté sobre mis rodillas sin que ella opusiese resistencia; inclinó la cabeza sobre el pecho, luego la alzó, me miró destellando de sus magníficos ojos negros un fuego casi divino, y me dijo con las manos puestas sobre mis hombros con la boca entreabierta, los labios trémulos, embriagándome con el perfume de su aliento. ¡Luis! ¡Luis! ¡ten compasión de mí!
Despues de haber andado una larga jornada, bogando con toda la rapidez de la corriente, se hace alto al anochecer, ó sobre la orilla derecha donde hay una selva muy tupida cuyo terreno debe ser exelente para el cultivo, ó sobre la izquierda que está poblada de magníficos bosques.
Esa situacion feliz procura á la capital política y militar de la Prusia rineana un doble panorama de magníficos paisajes del lado del Rin y del Mosela, al mismo tiempo que un doble movimiento de vapores, botes mercantes y balsas sobre las bellas ondas de los dos rios.
Y el soplado personaje, que se sentía dominado por aquellos seis diablillos en cuanto se relacionara con su empresa electoral, no tenía más remedio que parar su caballo cuando se le acercaban los animales, fijarse en ellos, y comenzar a gritar como un energúmeno: ¡Oh!... ¡Magníficos! ¡Qué gallardía! ¡Qué cuarto trasero! ¡Qué anchos! ¡Soberbia raza! ¿Son de usted, buen hombre? preguntaba por remate al conductor.
Entónces desciende corriendo, se reune con los demas, les dice «seguidme,» los conduce á la cima, sin cansancio ni peligro, y allí los hace disfrutar de la vista del monumento, y de los magníficos alrededores que el picacho domina. La intuicion. Mas no se crea que las tareas del genio sean siempre tan laboriosas y pesadas.
Palabra del Dia
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