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Actualizado: 22 de julio de 2025
Y defendía sus convicciones con el entusiasmo místico de todos los que en la Historia intentaron imponer una creencia; con la fe de los guerreros de la Cruz y los del Profeta; con la tenacidad de los inquisidores y de los jacobinos.
No pudo Almudena resistir a la enérgica sugestión de la dama, y poco a poco se fue curando de aquellas murrias, y del delirio místico y penitencial que le desconcertó días antes. Convinieron, tras empeñada discusión, en trasladar su punto de San Sebastián a San Andrés, porque Almudena conocía en esta parroquia a un señor clérigo muy bondadoso, que en otra ocasión le había protegido.
Si para subir al enlace místico, se desnuda el alma de todo lo creado, si llega a entender que sólo existen Dios y ella, esta muerte es como la muerte natural, en la cual se desprende el alma de sus mortales despojos. Y así como el alma ha de revestirse de cuerpo glorioso, así también resucitan todas las potencias que, para llegar al éxtasis divino, tal vez murieron.
Esto me sucede también en mis horas de recogimiento místico; en mis meditaciones siento como un fuego dentro del corazón, cuya llama no puede salir del pecho; verdaderamente, Dios no necesita de mis palabras para comprender mis intenciones, pero yo desearía que el fuego que pugna por salir del pecho convertido en palabras, se deslizara poco a poco por mi boca en cantos de alabanzas, en acciones de gracias, en himnos y oraciones; y que después pudieran escribirse, para que por siempre fuera su gloria ensalzada como yo lo deseo en los misteriosos secretos de mi corazón.
Sí; allí unas tonalidades de color enérgicas y rabiosas sofocaban a otras apagadas y tristes, como el canto de las sirenas, imperioso, enervante, desordenado, intenta sofocar el himno místico de los peregrinos.
Al mismo tiempo un apaciguamiento místico y una luz de religiosa esperanza parecían envolver la figura y formar la atmósfera del cuadro.
Todos los días iba a rezar por su querida enferma y mientras se consumía lentamente el cirio ofrecido por ella, la joven sentía poco a poco amortiguarse su dolor y disiparse sus temores, ahuyentados como por un aletazo del pájaro místico de la esperanza, refugiado en el más pobre tabernáculo. ¡Hace tanta falta creer y esperar cuando se sufre!
Trae también una vara de azucenas. Su humilde hábito franciscano está lleno de remiendos, señal inequívoca de pobreza. Es su semblante juvenil, pálido, ardoroso, calenturiento, porque la devoción le inflama, y sublime, místico amor le espiritualiza.
Un día se entusiasmará con cualquier escritor francés que identifique las pasiones humanas a los ciegos impulsos de las bestias, que describa nuestros amores con la libertad brutal y repulsiva que si se tratase de los de un toro y una vaca: al siguiente caerá de hinojos ante un místico ruso que tenga a pecado el amor conyugal y niegue a los tribunales el derecho a juzgar a los delincuentes.
Ana, inmóvil, había visto salir al Magistral sin valor para detenerle, sin fuerzas para llamarle. Una idea con todas sus palabras había sonado dentro de ella, cerca de los oídos. «¡Aquel señor canónigo estaba enamorado de ella!». «Sí, enamorado como un hombre, no con el amor místico, ideal, seráfico que ella se había figurado.
Palabra del Dia
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